Page 47 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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nuestra  pasión  remueva  la  consciencia  del  polvo  y  despierte  sus  cenizas  al

               dolor. ¡Dios mío! ¡Harry, cómo la adoro!
                    Caminaba de un lado a otro por la habitación mientras hablaba. Manchas
               febriles  de  encendido  rojo  ardían  en  sus  mejillas.  Estaba  terriblemente
               agitado.

                    Lord Henry lo observaba con una sutil sensación de placer. ¡Qué diferente
               era  ahora  de  aquel  muchacho  tímido  y  medroso  que  había  conocido  en  el
               estudio de Basil Hallward! Su naturaleza se había desplegado como una flor,
               y  de  ella  habían  nacido  pétalos  de  llameante  escarlata.  Su  Alma  se  había

               deslizado fuera de su escondite secreto, y el Deseo había ido a encontrarse
               con ella.
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                    —¿Y qué te propones hacer? —dijo lord Henry al fin.
                    —Quiero que Basil y tú me acompañéis alguna noche a verla actuar. No

               albergo el menor temor al resultado. No seréis capaces de negaros a reconocer
               su genialidad. Luego no tendremos más remedio que liberarla de las manos
               del  judío.  Está  obligada  a  seguir  con  él  durante  tres  años  más  (al  menos,
               durante dos años y ocho meses) en este momento. Por supuesto, tendré que

               pagarle. Cuando todo esté arreglado, alquilaré un teatro en el West-End y haré
               que actúe en las condiciones apropiadas. Causará el mismo furor al mundo
               que me ha causado a mí.
                    —¡Imposible, mi querido muchacho!

                    —Sí,  lo  hará.  No  sólo  posee  arte,  consumado  instinto  artístico,  sino
               también  personalidad.  Y  tú  a  menudo  me  has  dicho  que  son  las
               personalidades, no los principios, los que mueven los tiempos.
                    —Está bien. ¿Qué noche iremos?

                    —Déjame  ver.  Hoy  es  martes.  Quedemos  mañana.  Mañana  hace  de
               Julieta.
                    —De acuerdo. En el Bristol a las ocho. Y llevaré a Basil.
                    —A las ocho no, Harry, por favor. A las seis y media. Debemos estar allí

               antes de que se levante el telón. Tenéis que verla en el primer acto, cuando se
               encuentra con Romeo.
                    —¡Las seis y media! ¡Vaya hora! Será como tomar el té durante la cena.
               Pero como desees. ¿Verás a Basil antes o debo escribirle yo?

                    —¡Mi querido Basil! Lo he perdido de vista desde hace una semana. Y no
               está  nada  bien  por  mi  parte,  pues  me  envió  el  retrato  con  un  maravilloso
               marco que diseñó él mismo, y aunque estoy algo celoso de ese cuadro por ser
               todo  un  mes  más  joven  que  yo,  debo  admitir  que  me  encanta.  Quizá  sería







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