Page 48 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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mejor que tú le escribieras. No quiero verme a solas con él. Dice cosas que

               me incomodan.
                    Lord Henry sonrió.
                    —Te da buenos consejos, supongo. La gente es muy aficionada a regalar a
               otros lo que más necesita para sí.

                    —No  querrás  decir  que  Basil  sufre  por  alguna  pasión  o  está  viviendo
               algún romance, ¿verdad?
                    —No sé si sufre por alguna pasión, pero sin ninguna duda está viviendo
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               un romance —dijo lord Henry con una mirada divertida—. ¿Nunca te lo ha
               hecho saber?
                    —Nunca. Debo preguntarle. Oírlo me sorprende mucho. Es el mejor de
               los amigos, pero me parece un poco filisteo. Desde que te conozco a ti, Harry,
               he descubierto eso.

                    —Basil, querido muchacho, vuelca en su obra todo lo encantador que hay
               en  el  mundo.  La  consecuencia  es  que  a  la  vida  no  le  deja  nada  salvo  sus
               prejuicios,  sus  principios  y  su  sentido  común.  Los  únicos  artistas
               personalmente atractivos que he conocido son los malos artistas. Los buenos

               se lo entregan todo a su arte y, de ese modo, se vuelven ellos mismos del todo
               carentes de interés. Un gran poeta, un poeta verdaderamente grande es la más
               antipoética  de  las  criaturas.  Pero  los  poetas  inferiores  son  absolutamente
               fascinantes. Cuanto peores son sus rimas, más peculiar su apariencia. El mero

               hecho de haber publicado un libro de sonetos de segunda categoría vuelve a
               un hombre bastante irresistible. Él vive la poesía que no es capaz de escribir.
               Los otros escriben la poesía que no se atreven a hacer realidad.
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                    —Me pregunto si realmente es así, Harry —dijo Dorian Gray poniendo un
               poco de perfume en su pañuelo de un gran frasco con tapón de oro que había
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               sobre  la  mesa—.  Debe  de  serlo,  si  tú  lo  dices.  Y  ahora  tengo  que  irme.
               Imogen me está esperando. No te olvides de lo de mañana. ¡Adiós!
                    En cuanto salió de la habitación, los párpados pesados de lord Henry se

               cerraron,  y  empezó  a  pensar.  Ciertamente,  pocas  personas  le  habían
               interesado tanto como Dorian Gray, pero la loca adoración que el muchacho
               sentía por otra persona no le causaba ni la más leve punzada de incomodidad
               o celos. Le gustaba la idea. Hacía su estudio aún más interesante. Siempre lo

               habían fascinado los métodos de la ciencia, pero el objeto material ordinario
               de  la  ciencia  le  parecía  trivial  y  carente  de  importancia.  Por  eso  había
               empezado a viviseccionarse a sí mismo y había terminado viviseccionando a
               otros.  La  vida  humana:  ésa  era  la  única  cosa  que  le  parecía  digna  de

               investigación. No existía ninguna otra cosa de valor en comparación con ella.




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