Page 50 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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impulso carnal y el impulso psíquico comenzaba? ¡Qué superficiales eran las

               definiciones  arbitrarias  de  los  psicólogos  comunes!  ¡Y,  sin  embargo,  qué
               difícil decidir entre las afirmaciones de las distintas escuelas! ¿Era el alma
               una  sombra  asentada  en  la  casa  del  pecado?  ¿O  se  hallaba  el  cuerpo
               verdaderamente  en  el  alma,  como  pensaba  Giordano  Bruno?  La  separación

               del espíritu de la materia era un misterio, y la unión del espíritu con la materia
               era un misterio también.
                    Comenzaba  a  preguntarse  si  alguna  vez  haríamos  de  la  psicología  una
               ciencia tan absoluta que hasta el más pequeño resorte vital se nos revelase.

               Hasta el momento, siempre nos interpretábamos mal a nosotros mismos y rara
               vez entendíamos a otros. La experiencia carecía de valor ético. No era más
               que el nombre que dábamos a nuestros errores. Los hombres, por lo general,
               la consideraban un modo de advertencia; habían sostenido su eficacia moral

               en la formación del carácter; la habían elogiado como algo que nos enseñaba
               qué  perseguir  y  nos  mostraba  qué  evitar.  Pero  en  la  experiencia  no  había
               fuerza  motriz.  Tenía  tan  poco  de  causa  activa  como  la  conciencia  misma.
               Todo lo que, en realidad, demostraba que nuestro futuro sería el mismo que

               nuestro pasado, y que el pecado que habíamos cometido una vez con aversión
               lo cometeríamos muchas veces con deleite.
                    Le parecía claro que el método experimental era el único por el que podía
               llegar a cualquier análisis científico de las pasiones y, desde luego, Dorian

               Gray era un sujeto hecho a su medida, y parecía prometer ricos y fructíferos
               resultados.  Su  repentino  loco  amor  por  Sybil  Vane  era  un  fenómeno
               psicológico de interés no pequeño. No había duda de que la curiosidad tenía
               mucho que ver con él, la curiosidad y el deseo de nuevas experiencias, aunque

               no fuera en absoluto simple, sino más bien una muy compleja pasión. Lo que
               tenía  del  instinto  puramente  sensual  de  la  juventud  se  había  visto
               transformado  por  los  efectos  de  la  imaginación,  convertido  en  algo  que  al
               muchacho mismo le parecía muy lejos del sentido, y por esa misma razón más

               peligroso. Eran las pasiones acerca de cuyo origen nos engañábamos las que
               más  poderosamente  nos  tiranizaban.  Nuestros  motivos  más  débiles  eran
               aquellos  de  cuya  naturaleza  somos  conscientes.  Y  a  menudo  sucedía  que,
               cuando creíamos estar experimentando sobre otros, en realidad lo hacíamos

               sobre nosotros mismos.
                    Hallándose  lord  Henry  sumido  en  estas  ensoñaciones,  llamaron  a  la
               puerta, entró su ayuda de cámara y le recordó que era hora de vestirse para la
               cena.  Se  levantó  y  miró  a  la  calle.  El  crepúsculo  había  invadido  de  oro

               escarlata  las  ventanas  más  altas  de  las  casas  de  enfrente.  Los  cristales




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