Page 291 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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hablarte en este momento!... Soy Patricio Sar-
miento, soy yo, soy tu grande hombre. Míra-
me y llénate de gozo, porque la libertad, por
quien muero, renacerá de mi sangre, y el des-
potismo que á mí me inmola perecerá ahoga-
do por esta misma sangre, y el principio que yo
consagro muriendo, lo disfrutarás tú vivien-
do, lo disfrutarás por los siglos de los siglos.
El murmullo del pueblo crecía entre los:
roncos tambores, y á él le pareció que toda
aquella música se juntaba para exclamar:
— ¡Viva Patricio Sarmiento!
El Padre Alelí le mostraba el Crucifijo que
en su mano llevaba, y le decía que consagra-
se á Dios su último pensamiento. Después el
venerable fraile rezaba en silencio, no se sabe
si por el reo ó por sus jueces. Probablemente
sería por estos últimos.
Al llegar á la plazuela, Sarmiento extendió
la vista por aquel mar de cabezas, y viendo
la horca, dijo:
— ¡Ahí está!... ahí está mi trono.
Y al ver aquello, que á otros les lleva ai
postrer grado de abatimiento, él se engrande-
ció más y más, sintiendo su alma llena de
una exaltación sublime y de entusiasmo ex-
pansivo.
— Estoy en el último escalón, en el más alto
- — dijo. — Desde aquí veo al mísero género hu-
mano, abajo, perdido en la bruma de sus ren-
cores y de su ignorancia. Un paso más, y pe-
netraré en la eternidad, donde está vacío mi
puesto en el laminoso estrado de I03 héroes y
de los mártires.