Page 288 - El Terror de 1824
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234       B.   PÉkEZ  GALDÓS
       vestido  de  negro,  cuyo  aire  de  timidez  con-
              trastaba singularmente  con  su  horrible  oficio:
       era  el  verdugo,  que,  avanzando  hacia  el  reo,
       humilló  la  frente  como  un  lacayo  que  recibe
       órdenes.
         D.  Patricio  sintió  en  aquel  momento  que
       un  rayo  frío  corría  por  todo  su  cuerpo  desde
       el  cabello  hasta  los  pies,  y  por  primera  vez
       desde  su  entrada  en  la  fúnebre  capilla  sintió
       que  su  magnánimo  corazón  se  arrugaba  y
       comprimía.
         — Sí,  sí:  perdono,  perdono  á  todo  el  mundo
       — balbució  el  reo,  fijando  otra  vez  toda  su  aten-
           ción en  los  ladrillos  del  piso. — Vamos  ya...
       ¿No  es  hora?
         Pero  su  ánimo,  rápidamente  abatido,  force-
          jeó iracundo  en  las  tinieblas  y  se  rehizo.  Fué
       como  si  se  hubiera  dado  un  latigazo.  La  dosis
       de  energía  que  desplegara  en  aquel  momento
       era  tal,  que  sólo  estando  muerta  hubiera  de-
           jado la  mísera  carne  de  responder  á  ella.  Te-
          nía Sarmiento  entre  las  manos  su  pañuelo;  y
       apretando  los  dedos  fuertemente  sobre  él  y
       separando  las  manos,  lo  partió  en  dos  pedazos
       sin  rasgarlo.  Cerrando  los  ojos  murmuraba:
         — ]Cayo  GracoL.  ¡Lucas!...  ¡Dios  que  diste
       la  libertad  al  mundo...!
         El  verdugo  mostró  un  saco  negro.  Era  la
       hopa  que  se  pone  á  los  condenados  para  ha-
          cer más  irrisorio  y  horriblemente  burlesco  el
       crimen  de  la  pena  de  muerte.  Cuando  el  de-
          lito era  de  alta  traición,  la  hopa  era  amarilla  y
       encarnada.  La  de  Sarmiento  era  negra.  Com-
              pletaba el  ajuar  un  gorro  también  negro.
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