Page 286 - El Terror de 1824
P. 286
282
B. PÉREZ G A LDÓS
mentos, y al mismo tiempo ronco son de tam
bores destemplados.
— He aquí las tropas de Pilatos, — observó
Sarmiento.
— Hermano, hermano querido — le dijo Ale-
lí abrazándole. — Una palabra sola de verda-
dera piedad, de verdadera religiosidad, de
amor y temor de Dios. Una palabra, y basta:
pero que sea sincera, salida del fondo del cora-
zón. Si la dice usted, todos esos pensamientos
livianos de que está llena su cabeza, como des-
ván Heno de alimañas, huirán al ver entrar
la luz.
— Cristiano católico soy — afirmó Sarmien-
to.— Creo todo lo que me manda creer la Igle-
sia, creo todos los misterios, todos los sagra-
dos dogmas, sin exceptuar ninguno. He oído
misa, he confesado sin omitir nada de lo que
hay en mi conciencia, he deseado ardiente-
mente recibir la Eucaristía, y si no la recibí
ha sido porque no han querido dármela. ¿Qué
más se quiere de mí? ¡Obi Señor de cielos y tie-
rra, ]oh! tú, María, Madre amantísima del gé-
nero humano, á vosotros vuelvo mis miradas,
vosotros lo sabéis, porque veis mi rostro, no
éste de la carne, sino el del espíritu Los que
no ven el de mi espíritu, ¿cómo pueden com-
prenderme? Hacia vosotros volaré invocán-
doos, llevando en mi diestra la bandera que
habéis dado al mundo, la bandera de la liber-
tad, por la cual he vivido y por la cual muero.
Salmón y Alelí movieron la cabeza. Su
na y desasosiego eran muy profundos. Sole-
dad, sin fuerzas ya para luchar con su dolor,