Page 285 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824
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María Santísima, á cuya presencia llegará us-
ted pronto, si sabe morir como cristiano eu
estado de contrición perfecta, ie ruego que no
me oculte sus pensamientos, si por ventura
son distintos de lo que ha manifestado aquí y
fuera de aquí.
— Si yo ocultara mis pensamientos, si yo no
fuera la misma verdad — replicó D. Patricio
con entereza más noble, — no sería digno de
este nobilísimo fin que me espera... ¡Ahí seño-
res, la taimada naturaleza nos tiende mil la-
zos por medio de la sensibilidad y del instin-
to de conservación; pero no, no será mi gran-
de espíritu quien caiga en ellos. Vamos, va-
mos de una vez.
Y se levantó.
— Calma, calma, hermano mío; aún no es
tiempo — le dijo Alelí tirándole del brazo.—
Siéntese usted. Por cierto que no es nada con-
veniente para su alma esa afectación de valor
y ese empeño de sostener el papel de héroe.
Una resignación humilde y sin aparato, una
conformidad decorosa sin disimular el dolor,
y un poco de entereza que demuestre la con-
vicción de ganar el cielo, son más propias de
esta hora que la fanfarronería teatral. Usted
está nervioso, desazonado, inquieto, sin sosie-
go; tiémblanle las carnes, y se cubre su piel de
frío sudor.
— El que era Hijo de Dios sudó sangre —
afirmó Sarmiento con brío; — yo que soy
hombre, ¿no he de sudar siquiera agua?... Va-
mos pronto. Repito que deseo concluir.
Entonces sintióse más fuerte el coro de la-