Page 285 - El Terror de 1824
P. 285

EL  TERROR  DE  1824
                                         281
      María  Santísima,  á  cuya  presencia  llegará  us-
          ted pronto,  si  sabe  morir  como  cristiano  eu
      estado  de  contrición  perfecta,  ie  ruego  que  no
      me  oculte  sus  pensamientos,  si  por  ventura
      son  distintos  de  lo  que  ha  manifestado  aquí  y
      fuera  de  aquí.
        — Si  yo  ocultara  mis  pensamientos,  si  yo  no
      fuera  la  misma  verdad — replicó  D.  Patricio
      con  entereza  más  noble, —  no  sería  digno  de
      este  nobilísimo  fin  que  me  espera...  ¡Ahí  seño-
          res, la  taimada  naturaleza  nos  tiende  mil  la-
         zos por  medio  de  la  sensibilidad  y  del  instin-
        to de  conservación;  pero  no,  no  será  mi  gran-
         de espíritu  quien  caiga  en  ellos.  Vamos,  va-
          mos de  una  vez.
        Y  se  levantó.
        — Calma,  calma,  hermano  mío;  aún  no  es
      tiempo — le  dijo  Alelí  tirándole  del  brazo.—
      Siéntese  usted.  Por  cierto  que  no  es  nada  con-
              veniente para  su  alma  esa  afectación  de  valor
      y  ese  empeño  de  sostener  el  papel  de  héroe.
      Una  resignación  humilde  y  sin  aparato,  una
      conformidad  decorosa  sin  disimular  el  dolor,
      y  un  poco  de  entereza  que  demuestre  la  con-
             vicción de  ganar  el  cielo,  son  más  propias  de
      esta  hora  que  la  fanfarronería  teatral.  Usted
      está  nervioso,  desazonado,  inquieto,  sin  sosie-
         go; tiémblanle  las  carnes,  y  se  cubre  su  piel  de
      frío  sudor.
        — El  que  era  Hijo  de  Dios  sudó  sangre —
      afirmó  Sarmiento  con  brío;  —  yo  que  soy
      hombre,  ¿no  he  de  sudar  siquiera  agua?...  Va-
           mos pronto.  Repito  que  deseo  concluir.
        Entonces  sintióse  más  fuerte  el  coro  de  la-
   280   281   282   283   284   285   286   287   288   289   290