Page 290 - El Terror de 1824
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286 B. PÉREZ GAL DOS
do... Adiós... hasta luego, hija mía... no olvi-
des mis dos recomendaciones, ¿oyes? Vete con
ese hombre... ¿oyes?... los apuntes... Adiós,
mi glorioso destino se cumple... ¡Viva yol ¡Vi-
va Patricio Sarmientol
Desprendieron á Sola de sus brazos; tomó-
la en los suyos el alcaide para prestarle algún
socorro, y D. Patricio salió de la capilla con
paso seguro.
El Padre Alelí le ató un Crucifijo en las
manos, y Salmón quiso ponerle también una
estampa de la Virgen; pero opúsose á ello el
reo diciendo:
— Con mucho gusto llevaré conmigo la ima-
gen de mi Redentor, cuyo ejemplo sigo; pero
no esperen Vuestras Paternidades que yo va-
ja por la carrera besando una estanipita. Ade-
lante.
Al llegar á la calle presentáronle el asno en
que había de montar, y subió á él con arro-
gantes movimientos, diciendo:
— He aquí la más noble cabalgadura cuyos
lomos han oprimido héroes antiguos y moder-
nos. Ya estoy en marcha.'
Al llegar á la calle de la Concepción Jeróni-
ma y ver el inmenso gentío que se agolpaba
en las aceras y en los balcones, en vez de ami-
lanarse, como otros, se creció, se engrande-
ció, tomando extraordinaria altitud. Revol-
viendo los ojos en todas direcciones, arriba y
abajo, decía para sí:
—Pueblo, pueblo generoso, mírame bien,
para que ningún rasgo de mi persona deje de
grabarse en tu memoria. ¡Oh! ¡si pudiera yo