Page 281 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE  1824
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      — Es  más  tonto  que  hecho  de  encargo.  Yo
    repito  que  ajusticiar  á  este  hombre  es  un  ase-
           sinato, y  Cliaperón,  los  jaeces  que  le  senten-
           ciaron y  nosotros  que  le  asistimos,  estamos
    más  locos  que  él.  Yo  no  puedo  ver  este  horri-
        ble espectáculo.  ¿Pero  no  es  evidente  que  ese
    hombre  es  necio  de  capirote?  Estamos  coad-
             yuvando á  una  obra  inicua.  ]Y  esperábamos
     que  confesase  su  comedia!
       — Como  siempre  le  tuve  por  mentecato  de
    una  pieza,  no  me  he  llevado  chasco.  No  só
    para  qué  nos  traen  aquí.
      - — Ni  yo.  Voy  á  hablar  con  Chaperón.
      —Yo  no  me  tomaría  el  trabajo  de  hablar
    con  nadie.
       — Pues  yo  sí.
      —Pues  yo  no.
      Poco  después  de  esto,  el  reo  vió  personas  y
    objetos  con  una  claridad  que  le  conturbó  so-
               bremanera sin  saber  por  qué.  Era  que  había
    avanzado  el  día  y  la  capilla  recibía  un  poco  de
    luz,  ante  la  cual  palidecía  ligeramente  la  de
     las  soñolientas  velas,  casi  consumidas.  Aquel
     débil  resplandor  del  astro  rey  hizo  daño  á  la
     retina  y  al  espíritu  del  anciano,  sin  que  su
    entendimiento  pudiera  explicarse  la  razón  de
    ello.
       —Es  de  día,— dijo  con  cierto  asombro,  y  al
     punto  se  quedó  taciturno.
       Los  Hermanos  de  la  Caridad  aparecían  más
    compungidos  que  en  el  día  anterior,  y  rezaban
    devotamente  arrodillados  ante  el  altar.  Salmón
     rogó  al  condenado  que  se  sentase,  y  ponién-
         dose junto  á  él,  hízole  exhortaciones  encami-
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