Page 279 - El Terror de 1824
P. 279
EL TERR3R DE 1824
275
poseyendo en realidad un claro juicio; es pú-
blico y notorio, y así consta en la causa, que
todos esos disparates con que ha divertido á
Madrid son obra del talento más astuto, para
poder vivir en una sociedad que proscribe á
los revolucionarios. Vamos á ver, hermano
mío: repare usted delante de quién está, mire
esa imagen sacratísima, considere que le res-
tan pocas horas de vida, considere que ya no
es posible el engaño, y ábrame su corazón,
arroje la máscara, y dígame si, en efecto, este
hombre exaltado que vemos es un hábil his-
trión. ¡Ah! hermano mío, aseguran que usted
sostiene su papel, esperando que le indulten
por tonto... ¡error, error, porque no es ese el
camino del indulto! Más fácil le sería conse-
guirlo con una confesión franca de su peca-
do... Al menos, haciéndolo así tendrá el per-
dón de Dios y la gloria eterna.
— jYo farsante, yo histrión, yo... yol— ex-
clamó Sarmiento clavando ambas manos, co-
mo garras, en su pecho.
Miraba al Padre Alelí con los ojos encendí»
dos y con expresión de sorpresa, que bien
pronto se tornó en amargo desdén.
— Usted no me comprende... — dijo levantán-
dose.— Vaya usted á confesar colegiales, señor
Padre Alelí. Me confesaré solo.
Y arrodillándose delante del altar, alzó las
manos, y sin quitar los ojos del Crucifijo ha-
bló así:
— Señor, Tú que me conoces no necesitas
oir de mi boca lo que siente mi corazón, que
pronto dará su último latido, dejándome libre*