Page 35 - El Terror de 1824
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EL TERRO II DE 1824
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Tero después de registrar todos los bo!srllos
de sa ropo, que no bajaban de ocho, adquiró
una certidumbre aterradora, que expresó en
angustiosos suspiros:
— Parece que se me doblan las piernas y que
voy á caer desfallecido... ¡Comer! ¡que esto sea
indispensable!., . Miserable carne, ¿porqué eres
así?... ¿A dónde iré?... Mi casa está vacía: no
hay en ella ni una miga de pan... ¿Pediré li
mosna? Jamás. Los hombres de mi temple su-
cumben, pero no se humillan... A casa, señor
D. Patricio; si es preciso, se comerá usted el
pulo de una silla: á casa.
Al entrar en la calle de Coloreros encontróla
tenebrosa y desierta por ser muy avanzada lu
noche. Como su extenuación era grande, se
habían debilitado sus sentidos, particularmen-
te el de la vista, y necesitó palpar las paredes
para encontrar la puerta. Sin saber por qué, vi
no entonces á su mente un recuerdo muy tris-
te, que ya i tras veces había turbado profun-
damente su espíritu. Parecíale estar viendo de-
lante de sí, en una noche obscura como aqué-
lla, al sin ventura Gil de la Cuadra arrojado en
el suelo, arrastrando ignominiosa cadena, insul-
tado por los polizontes. De todos los inciden-
tes de aquella lúgubre escena, el más presente
en la memoria de D. Patricio y el que le can-
eaba más dolor, era el ocurrido cuando su infe-
liz vecino preso pidió agua, y Sarmiento, ins
pirándose en el más cruel fanastimo, se la negó.
— Ya, ya lo sé —dijo D. Patricio cerrando
los ojos para dominar mejor su terror, — ya sé
que aquello fué una gran bellaquería.