Page 39 - El Terror de 1824
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EL  TERROR  DE   1824  35
       — Antes  cenará  usted — dijo  la  muchacha
     sonriendo  con  bondad. — Me  han  dicho  que  no
     hay  gran  abundancia  por  allá  arriba.
       — ¿Cómo  ha  de  haber  abundancia  donde  rei-
        na con  imperio  absoluto  la  desgracia?  He  caí-
        do, señorita  Doña  Sola,  á  los  más  profundos
     abismos  de  la  miseria.  Vea  usted  en  mí  una
     imagen  del  santo  patriarca  Job.  [Dios  me  ha
     quitado  todo,  me  ha  quitado  á  mi  hijo!
       — Cómo  ha  de  ser...  Es  preciso  aceptar  con
     resignación  esos  golpes  y  todos  los  que  vengan
     detrás.  Ahora  cene  usted,  que  Dios  manda  á
     los  desgraciados  no  abandonarse  aldolor  y  dar
     al  cuerpo  todo  lo  que  el  cuerpo  necesita.
       — Usted  me  invita  á  cenar...
       — No  invito,  sino  que  obligo— afirmó  Sola
     poniendo  en  la  mesa  pan  y  vino. — Aguarde
     usted  un  momento,  que  no  le  haré  esperar.
       Al  poco  rato  volvió  con  una  cazuela  de  so-
         pas, cuyo  gratísimo  olor  despertó  en  Sarmien-
       to las  más  dulces  sensaciones  y  una  generosa
     reconciliación  con  la  vida.
       — Debe  usted  recordar,  señorita  Doña  Sola
     — dijo  el  preceptor,  cuando  la  joven  le  ataba
     las  dos  puntas  de  la  servilleta  detrás  del  cogo-
       te,— que  yo  fui  encarnizado  enemigo  de  su  pa-
         dre de  usted,  porque  jamás  he  transigido  ni
     podré  transigir  con  las  perras  ideas  absolu-
                                             tistas, j
       — Lo  recuerdo,  sí;  pero  eso  no  hace  al  caso/
       — Es  que  mi  delicadeza  —añadió  Sarmiento
     tomando  la  cuchara, — no  me  permite  aceptar
     un  banquete...  Con  usted  personalmente  no
     liay  resentimiento.,,  pero  ¿á  qué  negarlo?  Us-
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