Page 37 - El Terror de 1824
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       Cuando  volvió  en  su  acuerdo,  el  buen  an-
          ciano se  encontró  en  un  lugar  que  era  induda-
             blemente su  casa,  y  que,  sin  embargo,  bien  po-
        día no  serlo.  Llena  de  confusión  su  mente,  mi-
          raba en  derredor  y  decía:
       — Indudablemente  es  mi  casa;  pero  mi  ca-
        sa no  es  así.
       Se  incorporó  en  eí  canapé  donde  yacía,  to-
        có la  pared  cercana,  midió  con  la  vista  las
     distancias,  y  á  medida  que  se  aclaraba  su  en-
                 tendimiento, más  grande  era  su  confusión.  La
     semejanza  entre  su  casa  y  aquélla  en  que  esta-
        ba era  muy  grande,  pero  también  había  dife-
            rencias, siendo  las  principales  el  aseo,  los  mue-
         bles y  el  orden  perfecto  de  todo.  Pero  lo  que
     más  sorprendió  al  maestro  de  escuela  fué  ver
     en  mitad  de  la  encantada  pieza  una  mesa  pues-
        ta como  para  cenar,  alumbrada  por  lámpara
     de  pantalla,  y  que  en  la  blancura  de  sus  man-
          teles y  en  el  brillo  de  los  platos  revelaba  las
     hacendosas  manos  que  habían  andado  por  allí.
     Como  la  mesa  puesta,  y  puesta  de  aquel  modo,
     era  el  más  grande  fenómeno  que  podía  presen-
          tarse ante  los  ojo3  de  Sarmiento  en  su  propia
     casa,  creyóse  juguete  de  duendes  ó  artes  demo-
            niacas. Probó  á  levantarse,  y  pudo  sostenerse
     en  pie  aunque  apoyándose  en  la  silla.  Junto  á
     la  mesa  había  un  sillón,  y  como  Sarmiento  lo
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