Page 41 - El Terror de 1824
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EL TERE OR DE 1824
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— No, ciertamente, porque hace mucho
tiempo que no las había comido tan buenas.
— Ahora voy por la perdiz.
— ¿Perdiz?... Vamos, esto parece un cuento
de brujas... Si se empeña usted... pero conste
que yo no he pedido la perdiz; que yo no he
mendigado nada, que...
Un momento después Sola partía la perdiz,
ofreciéndola pedazo tras pedazo al hambriento
anciano.
— Está sabrosísima... Pero con la sorpresa
de esta cena había olvidado... ¿Cuándo ha lle-
gado usted, señora Doña Sólita? ¿Que tal lo
Jba ido en su viaje?
—He llegado esta mañana. Los de Cordero
me hablaron de usted... Dijéronme que estaba
usted loco...
—¡Loco yol
— O poco menos.
— Que andaba usted mal de fondos.
— Eso sí que es como el Evangelio.
— Que había perdido usted á su hijo Lucas.
— También ¡ayl es verdad.
— Esperé verle á usted y ofrecerle algo de
lo poco que yo tengo.
— Gracias...
— Pero usted había salido antes que yo lle-
gara. Había ido, según me dijeron, á correr
por las calles divirtiendo á los chicos, y sir-
viendo de entretenimiento, con sus discursos,
á los desocupados de los cafés y de la Puerta
del Sol.
. -i Yol
—Descansó un poco. Todo el día lo he em-