Page 42 - El Terror de 1824
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38 B. PÉREZ GALDÓS
pleado en arreglar mi casa. He buscado una
sirviente, he hecho parte de lo mucho que hay
que hacer cuando se ha tenido todo abando-
nado por una ausencia do cinco meses. Ya
muy entrada la noche, sentí pasos en la esca-
lera, y después lamentos y quejidos como de*
una persona enferma. Salimos y hallamos al
gran D. Patricio tendido boca abajo. Los ve-
cinos salieron, y unos decían: «¡Buena turca
ha cogido!» otros: «¡Ya las pagó todas jun-
tas!» ¡Cómo reían algunos!... «El maldito vie-
jo ya echó su último discurso...» «Qué feísimo
está.» D. Juan de Pipaón dijo: «No tieno sino
hambre. Denle á oler sopas, y verán como re-
sucita.,.» Me pareció que esta opinión era la
irás razonable. Entre el mancebo de los Cor-
deros, mi criada y yo entramos el cuerpo des-
mayado en mi casa, que estaba seis escalone»
más arriba; le tendimos en ese sofá...
— Conste que yo no entré por mi pie, que*
no pedí... — dijo Sarmiento con viveza, ar-
queando las cejas.
— Le abrigamos bien; vino el veterinario del
sotabanco, y dijo que usted padecía estos des-
vanecimientos desde que había dado en el hito
de hablar mucho y no comer... Yo había ce-
nado ya: al momento dispuse otra cena para
el nuevo huésped.
: — Traído por fuerza, es decir, cogido, se-
cuestrado, usurpado durante su desmayo.
— Mandé venir un médico mientras hacía
la cena — añadió Sola, observando con la ma-
yor complacencia el buen apetito de Sarmien-
to.— Creí que al pobre hombre no le vendrían