Page 44 - El Terror de 1824
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40 B. PÉREZ G ALDOS
breponerse al tesón ni á la fijeza de ideas. La
caridad puede llegar á ser un mal muy grande
si se emplea en los enemigos de la patria, en
los ministros del error... ¿Qué le parece á usted?
— Que las uvas no deben ser ministros del
error, según usted las acoge.
— Están riquísimas... Yo ¿cómo negarlo?
agradezco á usted sus obsequios... Quizás pue-
da algún día corresponderá tantas ünezas con
otras igualmente delicadas... ¿Con que dice
que me dará una cama?...
—Aquélla...
— ¿Y desayuno?
— También.
— ¿Y comida?...
—Y cena. Soy pobre, pero tengo para vivir
algún tiempo. Después Dios nos dará más. Ya
ve usted que si á veces quita, también da
cuando m^nos se espera.
— Es cierto, sí, es cierto — dijo Sarmiento
con viva emoción que se apresuró á disimular,
—Pero me asombra una cosa.
-¿Qué?
— La poca memoria de usted.
— ¿Poca memoria? En verdad no e3 mucha
—dijo Sola ofreciéndole un vaso de agua.- A.
veces no sirve la memoria sino de estorbo.
— Pues sí — añadió Sarmiento, mascullando
las palabras y algo cortado. — Usted no se
acuerda... de que yo... no era santo de la de-
voción de su papá de usted... Porque que di-
gan arriba, que digan abajo, su papá de usted
conspiraba. Así es que yo... Mire usted, siem-
pre que me acuerdo de esto, tengo una con-