Page 45 - El Terror de 1824
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EL TERROR DE 1824 41
goja... Cierta noche, cuando llevaron preso al
Sr. Gil de la Cuadra, yo... Repito que él cons-
piraba y que hacían bien en prenderle... ¿Us-
ted recuerda...?
Soledad, pálida y abatida, miraba fijamente
el mantel.
—Usted recuerda que su papá... cuando le
pusieron las cadenas, ¿eh?... pues sí, parece
que tenía sed. Me pidió agua y yo no se la
quise dar. Hice mal, mal, mal; aquello fué
una bellaquería, una brutalidad... una in-
famia: seamos claros. Más adelante, cuando
vivían ustedes en casa de Naranjo... que, en-
tre paréntesis, era un gran bribón, yo.., en
fin, recordará usted que la noche que murió el
Sr. Gil de la Cuadra, me metí en la casa coa
otros milicianos para registrarla... Confiese us-
ted que teníamos razón, porque su papá do
usted conspiraba, es decir, nones, ya no cons-
piraba por causa de estar muerto; pero...
La confesión de sus brutales actos de fana-
tismo costaba al preceptor sudores y congojas;
pero sentía la necesidad imperiosa de echar de
sí aquel tremendo poso, y como con tenazas
iba sacándose las palabras.
—Ello es que yo me porté mal aquella no-
che... Verdad que éramos enemigos; que él
conspiraba contra la libertad; que yo tenía una
misión que cumplir... el Gobierno descansaba
6n mi vigilancia... Pero deNtodos modos, seño-
ra Doña Sólita, usted no obra cuerdamente al
tratarme como me trata.
— ¿Por qué? — dijo la joven alzando sus ojos
llenos de lágrimas.