Page 50 - El Terror de 1824
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46        B.  PÉREZ  G ALDOS
      que  deseo  verla  á  usted  antes  de  dormir.  Es
      una  necesidad  de  mi  pobre  espíritu.
         Soledad  abrió.  Completamente  arrebujado
       en  las  sábanas,  D.  Patricio  no  mostraba  más
      que  la  cabeza.
         — EstS.  usted  mucho  más  guapa  que  cuan-
          do vivía  el  Sr.  Gil  de  la  Cuadra, — insinuó  el
       viejo.
         — Podrá  ser.
         — ¿Se  acuesta  usted  ya?
         — Autes  tengo  que  hacer.
         — Pues  buenas  noches,  porque  á  causa  del
      •mucho  cansancio...  Perdone  usted  mi  descor-
            tesía; pero  no  lo  puedo  remediar:  me  duermo
      como  un  animal.  ¡Oh  gloria,  oh  lauros  inmor-
             tales, oh  libertad!...  E3ta  cama...  es  tan...
      <buena...



                         IV



         Pasando  sobre  treinta  y  cinco  días,  nos
       trasladamos  con  el  lector  al  6  de  Noviembre
         La  plazuela  de  la  Cebada,  prescindiendo  del
       mercado  que  hoy  la  ocupa,  desfigurándola  y
       escondiendo  su  fealdad,  no  ha  variado  cosa
       alguna  desde  1823.  Entonces,  como  hoy,  tenía
       aquel  aire  villanesco  y  zafio  que  la  hace  tan
       antipática,  el  mismo  ambiente  malsano,  lá
       misma  arquitectura  irregular  y  ramplona.
       Aunque  parezca  extraño,  entonces  las  casas
       ^ran  tan  vetustas  como  ahora,  pues  induda-
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