Page 52 - El Terror de 1824
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48 B. PÉltlílZ GALDÓS
formados, otros con armas y sin uniforme,
mucha gente del populacho que por aquellos
barrios tiene sus albergues, y no pocas perso-
nas de la clase acomodada. Un hombre alto,
seco, moreno, de ojos muy saltones, de rostro
fiero y ademán amenazador, mirar insolente,
boca bravia, como de quien no muerde por
no menoscabar la diguidad humana; un hom-
bre que francamente mostraba en todo su
condición perversa, y en cuyo enjuto esque-
leto el uniforme de brigadier parecía una li-
brea de verdugo, avanzó resueltamente por
entre el gentío, abriéndose calle bastón en
mano; y dirigiéndose después con airada voz.
y gesto á los que trabajaban en el cadalso, les
dijo:
— ¡Malditos!... ¡Mal haya el pan que se os
da! ¿No he mandado que se pusieran los palos
más grandes que hay en los almacenes de la
Villa?
Uno que parecía jefe de los aparejadores
balbució algunas excusas que no debieron de
satisfacer al vestiglo, porque al punto soltó
por su abominable boca nueva andanada de
denuestos.
— [Ahora mismo, ahora mismo, canallas!...
quitarme de ahí ese juguete, si no quieren
que los cuelgue en él... Traigan los palos gran-
des, los más grandes, aquéllos que estaban la
semana pasada en el Canal... ¿Eutienden lo
que digo?... ¿Hablo yo en castellano?... Los
palos grandes.
Otra vez se disculparon los aparejadores;
pero el del bastón repitió sus órdenes.