Page 54 - El Terror de 1824
P. 54

50        P.   PÉREZ  GAL DOS
       manos  con  el  embodado  instrumento  de  su
       autoridad.
         — ¡Oh!  es  la  mayor  que  se  ha  elevado  en
       Madrid  —  repuso  contemplando  la  horca. — Y
       si  hubiera  maderos  de  más  talla,  á  mayor  al-
           tura la  pondríamos.  Esto  debiera  verse  de
       toda  España.
         —  Desde  todo  el  mundo;  que  fuera  de  aquí
       también  hay  pillos  á  quienes  escarmentar...
       Yo  traería  mañana  á  esta  plaza  á  todos  los
       españoles  para  que  aprendieran  cómo  acaban
       las  porquerías  revolucionarias...  No  hay  en-
              señanza más  eficaz  que  ésta...  Como  el  nuevo
       Gobierno  no  se  nos  meta  por  el  camino  de  la
       tibieza,  habrá  buenos  ejemplos,  amigo  Romo.
         —  Es  que  si  se  empeña  en  ir  por  el  camino
      de  la  tibieza— dijo  Romo  dando  un  golpe  en
      el  puño  de  su  sable, — nosotros  no  le  dejare-
           mos ir...
        — Bien,  bien:  me  gustan  esos  bríos — afirmó
      un  tercer  personaje,  casi  tan  parecido  á  un
      gato  como  á  un  hombre,  y  que  de  improviso
      se  unió  á  los  dos  anteriores. — No  ha  salido  el
      Rey  de  manos  de  los  liberales  para  caer  en  las
      de  los  tibios.
        — Sr.  Regato — dijo  el  del  bastón, — ha  ha-
            blado usted  como  los  cuatro  Evangelios  juntos.
        — Sr.  Chaperón — añadió  Regato, — bien  co-
              nocidas son  mis  ideas...  ¿Ve  usted  esa  hor-
          ca? Pues  todavía  me  parece  pequeña.
        — Se  puede  hacer  mayor — dijo  el  que  res-
              pondía al  nombre  de  Chaperón, —  Por  vida
      del  Santísimo  Sacramento,  que  no  se  quejará
      el  Cabezudo...  y  su  bailoteo  será  bien  visto.
   49   50   51   52   53   54   55   56   57   58   59