Page 240 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          Roboré, continuaremos informando”. “Mejor es que me marche”, se
          dijo “El enmascarado de plata”. Fue cuando vio varios bidones con
          gasolina, él le preguntó: ¿y que contienen esos galones?
          -Gasolina -dijo ella-, es para revender a Bs 20 el litro. Hay que bus-
          carle a la vida en este lugar desolado y triste.

          La rutina diaria era tomar desayuno, durante el día ella era quien vi-
          gilaba la llegada de cualquier persona o alguna ingrata visita desde
          el sur. Luego él hacía lo mismo en la noche, con el revólver en el
          cinto,  estaba seguro que él dispararía primero y mataría a Al Capone.
          Nerón mira al norte, por ese sendero podría llegar Al Capone y debe
          estar ojo al chaque. Algunas noches terminaban revolcándose en una
          de las camas, ajenos al viento ardiente que soplaba fuego, el calor
          era insoportable. Una noche, “El enmascarado de plata” terminó su
          horario de vigilar los caminos y entró de improviso a la habitación y
          vio que ella estaba husmeando la mochila y se le fue encima, no para
          el amor sino para asfixiarla. Ella se defendió como leona, era robusta
          y tenía suficientes fuerzas para defenderse. Los 120 kilos y la fuerza
          descomunal fue suficiente para que “el enmascarado de plata” la as-
          fixie. Era una lucha a muerte, ella se defendía con toda clase de re-
          cursos, Leoluca Camorrero pensó que iba a perder la batalla, pero
          hizo un último esfuerzo en su vida, con sus manazas volvió a apretar
          el cuello de la mujer. Una angustia y dolor se apoderó de Custodia
          Cabello, tenía un ataque de pánico, sintió que le fallaban las fuerzas,
          sintió incapacidad para hablar y respirar, arañaba al hombre, intentó
          gritar y finalmente vio que nubes blancas daban vueltas por su ca-
          beza, “pero si es la noche”, fue lo último que se dijo.

          Leoluca Camorrero se levantó de la cama y salió al patio desierto, se
          sentó otra vez en el toco, desde allí contemplaba el cadáver de la
          única mujer que había amado apasionadamente en toda su vida. El
          Diablo se apoderó otra vez de su alma, se levantó, tomó un vaso lleno
          de Havana Club para darse ánimos. Y como un sonámbulo; pero con
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