Page 220 - Encuentra tu persona vitamina
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—Es muy inestable —cuenta la madre—. De repente te quiere y es la persona más cariñosa del
                  mundo, y minutos más tarde cambia de golpe, te  grita y te insulta. Nunca  sabes  cómo te la vas  a
                  encontrar. Ha cambiado dos veces de carrera porque dice que no acaba de encontrar su lugar. Tiene
                  peleas con su grupo de amigos y los dos novios que ha tenido han significado un drama para ella. Mi
                  marido y yo no sabemos cómo ayudarla, como padres tenemos división de criterios.
                    —No soy feliz —explica Teresa—. No sé qué me pasa; hay momentos en los que me siento triste y
                  muy angustiada. Bebo mucho alcohol y me atraen las drogas, pero no me atrevo a consumirlas por
                  miedo  de  hacerme  adicta.  Me  da  vergüenza  confesarlo,  pero  he  hecho  sufrir  a  mis  novios  y  les
                  montaba escenas terribles. No sé controlarme, a veces me siento vulnerable y otras con una fuerza
                  desorbitada para decir lo que pienso. Soy consciente de que necesito ayuda.


                   Teresa  tiene  un  trastorno  límite  de  la  personalidad.  Se  trata  de  aquellas
                personas que viven las emociones y las situaciones al límite, llevándolas al
                extremo. Su vida y su percepción de las cosas pasan del blanco al negro. No
                existe escala de grises.

                   Los síntomas —no siempre aparecen todos— son:


                      — Inestabilidad emocional.
                      — Baja gestión emocional.
                      — Descontrol de impulsos.
                      — Pasan del amor al odio a sus seres queridos en poco  tiempo.

                      — Idealizan a las personas para luego humillarlas y recha zarlas.

                      — Ataques de ira.
                      — Relaciones personales muy conflictivas con grandes problemas para
                         gestionar a los demás.
                      — Búsqueda de emociones y necesidad de experimentar con sensaciones

                         intensas.
                      — Conductas de autolesión.
                      — Baja capacidad de empatizar.
                      — Sensación de vacío.



                   Neurobiológicamente subyacen una serie de desajustes en los circuitos de
                la gestión emocional: por un lado, la amígdala cerebral se activa de forma
                rápida y brusca, a la vez que la corteza frontal —zona de control de impulsos
                y  encargada  de  la  reflexión—  está  inhibida.  Muchas  de  estas  personas
                cuentan con historias traumáticas de dolor, abuso y rechazo en la infancia.

                   Si te reconoces en estas líneas, sabes que es un estado de gran sufrimiento.
                Cuesta pedir ayuda, pero cuando uno consigue dar ese paso y se deja orientar
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