Page 79 - Encuentra tu persona vitamina
P. 79

La negligencia y el maltrato en la infancia pueden marcar la vida de los
                pequeños para siempre y desembocar en trastornos psiquiátricos, afectivos o

                incluso de salud. Ese estrés tóxico en una edad temprana activa el cortisol de
                forma crónica y frena el correcto desarrollo de las conexiones neuronales, lo
                que conlleva fallos decisivos en el aprendizaje y el desarrollo de la conducta.
                   Las imágenes cerebrales nos permiten ver que cuando acontece un trauma
                se produce como un apagón del cerebro llamado disociación. Se trata de una

                desconexión de la mente —que se percata del enorme sufrimiento que está
                aconteciendo o que está por llegar— y del cuerpo. Una paliza, una violación,
                una imagen de agresividad, una humillación, insultos severos…









                      La mente evita la verdad y el sufrimiento en pro de la supervivencia.




                   Esa disociación ocurre como medida de protección para evitar sentir y no
                grabar la dureza de lo que está sucediendo, activándose antes de que ocurra o

                de que se repita un episodio traumático. Es un sistema propio de personas que
                son víctimas de violaciones frecuentes o maltratos que perduran en el tiempo.
                ¿La causa? No registrarlo, olvidarlo y evitar integrarlo en la propia vida. En
                consulta observo este fenómeno con frecuencia. Muchas veces, cuando pido a

                alguien  que  relate  un  evento  doloroso,  reconoce  que  tiene  lagunas  de
                memoria.
                   Recuerdo hace un tiempo a una paciente, Carmen, relatándome el divorcio
                de sus padres cuando tenía doce años. Los meses fueron terribles, tuvo que
                enfrentarse a los gritos y a la violencia entre ambos y acabó solicitando vivir

                con  su  abuela.  Al  intentar  contarlo  con  detalle,  no  conseguía  narrármelo.
                Tenía vacíos en la historia y había cosas que no recordaba. La razón es clara.
                Cuando aparece el trauma, el hipocampo y la amígdala se llenan de cortisol;
                de  hecho, los niños con  traumas  severos  presentan  niveles  de cortisol más

                elevados que los grupos control. El que lo padece no procesa ese momento
                como algo finalizado, sino que se queda en modo alerta. Y ahí nacen muchos
                de  los  TEPT  —trastornos  de  estrés  postraumático—.  Esto  afectará  la
                capacidad  que  tiene  el  cuerpo  para  regular  de  forma  correcta  el  sistema
   74   75   76   77   78   79   80   81   82   83   84