Page 78 - Encuentra tu persona vitamina
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reían, ni hablaban, ni balbuceaban, ni lloraban. Solo silencio. Los científicos
lo describieron con sorpresa e impacto.
¿Cómo se comportaban esos niños que no habían recibido afecto? Mecían
sus cuerpos, se balanceaban silenciosamente hacia delante y hacia atrás,
abrazándose a sí mismos, al igual que los monitos de Harlow y al igual que
mi querida Champey.
¿Cómo era posible un silencio tan devastador en un lugar repleto de niños?
La conclusión a la que llegaron los investigadores fue clara: nadie respondió
a las llamadas de los niños durante años. No existió el vínculo. Nunca se
activó la conexión entre el bebé y el cuidador, tan necesaria para estimular el
circuito de la oxitocina y crear el apego seguro.
Nathan Fox, científico americano, acudió al país en el año 2001 para
investigar lo sucedido. El objetivo del nuevo Gobierno era medir las
consecuencias en los pequeños de esos años de maltrato y encontrar posibles
soluciones. En los siguientes años publicó unos resultados impactantes. En
2004, en la revista Journal of Cognitive Neuroscience, comparó
electroencefalogramas de niños internados con otros de niños que habían
tenido la suerte de ser adoptados. Los de los niños internados tenían una
menor frecuencia cerebral en áreas clave, hipoactivación del tono cortical e
inmadurez del sistema nervioso, así como evidentes dificultades en el
aprendizaje. Los que tenían una familia, los que habían sido adoptados,
presentaban un mayor desarrollo cognitivo.
La tragedia de estos pequeños ratificó lo que la ciencia llevaba años
diciendo: el abandono, la ausencia de vínculo afectivo y la falta de
interacción y de estímulos tienen efectos nefastos en el cerebro de los niños.
La estimulación y la relación con un pequeño son fundamentales para el
correcto desarrollo de su arquitectura cerebral.
EL TRAUMA