Page 73 - Encuentra tu persona vitamina
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balanceándose.  Intenté  buscar  su  mirada,  pero  no  la  levantaba  del  suelo.  Me  acerqué  a  ella  y  me
                  senté a su lado. Sin tocarla, pero contemplando sus manos abrazadas a sus piernas. En un momento
                  dado, levantó la vista y sentí una punzada en el corazón. Nunca he vuelto a ver una mirada igual. Metí
                  la mano en el bolsillo y saqué las gomas y las pinzas para el pelo. Con señas, le pedí permiso para
                  peinarla.
                    Me mantuvo la mirada vacía, pero sin respuesta alguna y con una delicadeza extrema comencé a
                  peinarla.  No  se  resistía  e  intenté  tocar  la  melena  para  ponerle  las  pinzas  de  colores  que  había
                  comprado. Estuve más de una hora realizando el mismo movimiento. En mi cabeza solo había una
                  idea. Yo quería que ella percibiera esto: te toco sin herirte.
                    Champey,  durante  años,  había  vivido  el  acercamiento  de  la  gente  como  una  agresión.  Cualquier
                  tacto le producía una reactivación de sus miedos y la vulnerabilidad aumentaba. Tras haberla peinado
                  le hice una foto. Llevaba entonces una cámara pequeña, y al realizarla, le mostré la imagen para que
                  se viera. Estaba segura de que ella no se reconocería, ya que muchas de estas niñas rechazan su cara
                  y su cuerpo tras haber sufrido abusos.
                    Durante  ese  día  y  los  siguientes  no  me  moví  de  su  lado.  Mediante  gestos,  pedía  a  Somaly,  que
                  miraba cómplice, que me trajera la comida y le ayudaba a comer, en silencio, y de vez en cuando le
                  rozaba las manos y le sonreía. Ya era más de lo que se había logrado en los últimos meses.
                    El día que me tenía que marchar me acerqué a ella y le dije que volvería a pronto, pero que deseaba
                  abrazarla. Esbozó media sonrisa y la abracé durante unos segundos. No se movió, estaba inerte, pero
                  yo sentía que algo se agitaba en su interior. Yo tenía el corazón encogido, ¡ojalá hubiera tenido poderes
                  mágicos para resolver su trauma y su dolor!
                    Mientras salíamos del recinto en coche, la vi correr hacia el vehículo. Me bajé rápidamente, y con
                  esa mirada vacía, clavada en mis ojos, me dijo «gracias».
                    Era la primera palabra que pronunciaba en meses. Se había desactivado el bloqueo. Faltaba mucho,
                  muchísimo por avanzar, pero ya podíamos trabajar con Champey para que tuviera un futuro mejor.


                   Este  caso  es  duro  y  doloroso,  pero  me  ayuda  a  explicar  el  apego  y  el
                vínculo. Me inspira para aprender más de este tema para seguir ayudando a
                personas que tienen heridas sin resolver.





                  UNA RELACIÓN EMOCIONAL QUE ARRANCA EN LA INFANCIA


                   El apego fue descrito y desarrollado por John Bowlby entre 1969 y 1982,
                aunque ya llevaba años hablando de ello. A principios del siglo XX , las ideas

                sobre educación defendían que la base del afecto entre madre-hijo radicaba
                en la alimentación y, más concretamente, en la lactancia. Según las ideologías
                que  circulaban  por  el  mundo  en  esos  momentos,  el  desarrollo  del  niño  se
                basaba en la comida y poco más. Sin embargo, los psiquiatras y psicólogos

                John  Bowlby,  Harry  Harlow  y  Mary  Ainsworth  demostraron  con  sus
                investigaciones que esta concepción era errónea. Gracias a ellos sabemos que
                el afecto es una necesidad fundamental de los pequeños.
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