Page 131 - Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?
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Vivir enfadados con nosotros mismos por algo que hicimos en el
pasado puede llegar a hacernos la vida imposible. ¿Tú has sido alguna
vez tu peor enemigo? La idea de que hay que castigar a quien se «porta
mal» está muy arraigada en nuestras cabecitas, a pesar de que el
castigo no es una de las mejores formas de cambiar comportamientos.
Cuando pensamos que nos hemos «portado mal», es común que nos
castiguemos criticándonos y no permitiéndonos ser felices.
Hay una parte de nosotros que piensa que nos merecemos ese dolor y
que, si escarmentamos con este maltrato, no volveremos a fallar así en
el futuro, pero una cosa es ser consciente del daño causado y tratar de
repararlo y otra muy distinta es causarnos más daño innecesario.
Por desgracia, el automaltrato no solo no repara el daño que hicimos,
sino que nos mantiene esclavizados al pasado y hace más probable que
volvamos a hacer daño a otras personas —no estar en paz con nosotros
mismos es lo que tiene—.
Si ya sabes que lo que has hecho ha estado mal, no necesitas
causarte más dolor para no repetirlo.
¿Qué necesitas para darte cuenta de que si no estás bien
contigo mismo no lo vas a estar con nadie?
¿Y por qué nos hacemos esto?, ¿somos masocas? No, nadie elige de
manera voluntaria castigarse y machacarse porque sí, nadie piensa: «Oh
vaya, una pared, voy a pegarme cabezazos contra ella un rato…». Pero
cuando estamos atrapados en esta forma de ver las cosas, simplemente
no podemos hacerlo de otro modo y sentimos que necesitamos
castigarnos.