Page 45 - Querido cerebro, ¿qué coño quieres de mí?
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El inconveniente del lavado de cerebro es que la otra persona tiene
que querérselo lavar y cuando las creencias están tan arraigadas que
forman parte de la personalidad, cuesta la vida.
Alguien como Celia se siente fatal con la idea de cuidarse y es incapaz
de no ayudar a quien lo necesite. Para estas personas priorizarse es casi
imposible, porque es ir en contra de sí mismas y de todo lo que creen
que es correcto.
Por si no fuera suficiente con estas creencias, las personas como
Celia tienen otro problema añadido, y es que los manipuladores tienen
un imán para detectar a gente así, como si la olieran.
A mí me gusta explicar que los manipuladores son como arañas que
tejen telarañas invisibles de culpabilidad alrededor de este tipo de
individuos. De repente, la persona sin ser consciente de cómo ha llegado
ahí, se ve atrapada en una de esas telarañas y siente que tiene que
hacer lo que el manipulador espera de ella para no sentirse
tremendamente culpable.
Imagínate una relación entre alguien que siente que tiene derecho a
exigir constantemente y otro que no sabe decir que no… No nos gustaría
ser Celia, ¿verdad?
Para las personas que no tienen esta forma de ver el mundo resulta
supersencillo decir no a algo que no quieren hacer y les cuesta entender
a las personas como Celia, que las pobres dan tanto a los demás que se
quedan sin nada para sí. El caso es que si le preguntas a Celia por qué
cree que está irritable o ansiosa, seguramente te diga que es porque la
vida es dura, no porque ella no sepa poner límites y lleve traicionándose
prácticamente toda su vida.
Te mereces dejar de traicionarte de una vez.