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                                                     D E B A T E S


















                                                             Las memorias de una Princesa Rusa, Arlt y Bakunin,
                                                             El Capital en la versión de Juan B. Justo y las obras

            burguesas, que muchas veces estos talleres y cursos   completas de Freud en las adaptaciones escatológicas
            cumplen una función social: permiten el acceso a la   del Doctor Gómez Nerea. Disponía de libre acceso a la
            escritura –literaria o no– de los blue collar workers, de   biblioteca. Y creo haberme formado –sin saberlo– en
            los obreros, de los villa, personas que por deficiencias   esas ediciones de Claridad, Sopena y Tor. No puedo
            del sistema educativo general no pueden “hacerse so-
            los”, “de abajo”.                                “La literatura, como
                Comprobé, durante mi contacto con uno de los   la entiendo, por más o
            más antiguos y prestigiosos programas de escritura
            creativa (el de Iowa) que muchos de los textos pro-  menos talento del que se
            bién que ninguno era muy malo; la escuela no había,  disponga, es siempre un
            ducidos en ese contexto no eran geniales pero tam-

            quizás, levantado demasiado el techo, pero el piso era   oficio.”
            altísimo. Y esta es la mayor diferencia. Entre nosotros,
            hay picos de originalidad y genialidad muy altos, pero   negarlo: un padre al que le apasionaba la literatura
            también hay pozos insondables de chapucería, impro-  fue una marca. Además mi padre, entre sus muchos
            visación y chantada: periodistas que no saben ordenar   trabajos, fue periodista y soñaba ser un escritor como
            la información de manera comprensible, críticos que   Victor Hugo (tal cual, eso soñaba,  y escribir una no-
            no pueden desplegar un argumento, editores que con   vela como Los miserables), lo que incidió en mi for-
            tal de no pensar dejan pasar cualquier cosa, escritores   mación: puedo recordarlo aporreando las teclas de la
            incapaces de armar una frase. Pocos están llamados a   máquina de escribir, el humo de los cigarrillos, la pila
            ser geniales, pero por cada genio hay cientos, miles de   de libros a su lado. Intento explicarme: empecé, como
            autores de ficción, de periodistas, de historiadores, de   muchos, siendo lector. La escritura vino después.  Es
            biógrafos: todos ellos son escritores, y los que pasan   decir, no creo que nadie nazca escritor. Hay un sinfín
            por estas escuelas y talleres levantan mucho su nivel,   de situaciones condicionantes que pueden impulsarlo
            lo cual basta y sobra para justificarlos. Pero además,   a uno hacia un oficio. Porque la literatura, como la en-
            en esta suba generalizada se montan, para llegar más   tiendo, por más o menos talento del que se disponga,
            alto, los geniales.
                                                             es siempre un oficio. Y requiere un aprendizaje. Como
                                                             aprender a leer.

                   GUILLERMO SACCOMANNO


                Nadie nace nada. Ni bombero ni superhéroe. De
            todas las cosas que imaginaba ser cuando fuera gran-
            de, no recuerdo que ser escritor estuviera en la lista.
            Fabulé con ser maestro rural. Con ser pintor o escul-
            tor (entonces no se decía “plástico”). Pero no escritor.
            Mi padre era, a su manera, escritor. Y en casa había
            una biblioteca vastísima en la que convivían Zola y
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