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D E B A T E S
EL LÁTIGO QUE DIOS ME DIO
FABIÁN CASAS
Empecé a escribir cuando tenía ocho años. No
conocía a nadie que escribiese y a poca gente que leye- Uno nace e inmediatamente es arrullado o con-
se. Entonces un día, de improviso comencé a escribir, movido por la voz de nuestros mayores, por la voz
sin saber que me había encadenado de por vida a un cansada de los locutores de TV y la voz matutina de
noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega nuestros maestros. Pero, paralelo a estos sonidos, se
a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es engendra otro tipo de diálogo. Hay alguien hablándo-
únicamente para autoflagelarse. nos desde los comienzos de los tiempos, pero pocas
Pero por supuesto, yo no lo sabía. Me dedicaba veces intercepta nuestros destinos. Cuando eso suce-
cuatro o cinco horas diarias a mis papeles, hacía ano- de, el mundo se convierte en un lugar oscuro y peli-
taciones de diálogos escuchados entre mis vecinos, groso, donde también está la salvación.
pulía los textos, los mecanografíaba escrupulosamen- A esto, que voy a llamar la Voz Extraña, no se lo
te, dividía los párrafos, buscaba la mejor puntuación. puede definir, pero se lo reconoce. Tiene las caracte-
Escribí relatos de aventuras, novelas de crímenes, co- rísticas de la poesía. Y a veces se la puede aislar del
medias satíricas, cuentos que me habían referido anti-
guos esclavos, y veteranos de la guerra civil. Al princi-
pio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé “El escritor debe ir
la diferencia entre escribir bien y mal. siempre en contra de su
Luego, hice otro descubrimiento más alarmante habilidad. De manera que
todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte ver-
dadero; es sutil, pero brutal. ¡y después de aquello cayó esos textos que parecen
el látigo! (...) tan redondos y buenos son
Más tarde, cuando publiqué mi novela Otras voces,
otros ámbitos mucha gente atribuyó el éxito comercial en realidad falsos amigos.”
del libro a la fotografía de la sobrecubierta, y los más
desecharon el libro como si fuese una rara casualidad:
Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir cuchicheo incesante de nuestro ego. Desde que nos
tan bien. ¿Sorprendente? ¡Sólo había estado escribien- levantamos hasta que nos dormimos, la máquina se
do día tras día durante catorce años! pone en marcha y se activa nuestro diálogo interno.
Ese diálogo construye el mundo en el que vivimos.
Nos dice quiénes somos, qué cosas tenemos que con-
Truman Capote (Prefacio a Música para camaleones).
seguir y trata de que lo sigamos al pie de la letra. Quie-
re que seamos lo que todos esperan que seamos, y que
nos reproduzcamos y listo. Una vez conseguido esto,
nos abandona con las cuentas impagas y el matrimo-
nio en el horno. Es la Voluntad ciega que está acá sólo
para seguir estando y nos hace muy desdichados. Nos
hace esclavos.