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                Cuando escribo algo, tengo como mínimo dos              EL DESEO CONTRA
            sensaciones: una, que es algo escrito por mí, que me       LA CRUDA REALIDAD
            satisface y me representa. Tengo, después un largo
            tiempo haciéndolo, cierto oficio. Cualquiera adquie-  “Por aquellos días mi mujer y yo no teníamos un
            re una habilidad si se empecina en eso. El periodis-  centavo. Nos ganábamos la vida a duras penas, pero
            mo, por ejemplo, es puro oficio. Pero resulta que uno   aun así la idea era que yo estudiara en el Chico State
            siente que el escritor debe ir siempre en contra de su   College, una pequeña universidad estatal. Lo cierto es
            habilidad. De manera que esos textos que parecen tan   que desde que tengo memoria, mucho antes de que
            redondos y buenos son en realidad falsos amigos. Así   nos mudáramos a California en procura de una vida
            que los dejo de lado o los intervengo hasta que esca-  distinta y un pedazo del sueño americano, siempre
            pan a mi control y empiezan a drenar la Voz Extraña.   quise ser escritor. Quería escribir, escribir cualquier
            Entonces los relatos o los poemas me empiezan a  dar   cosa –ficción, claro, pero también poesía, obras de
            vergüenza ajena, incertidumbre y todas esas sensacio-  teatro, guiones, artículos para Sports Afield, True, Ar-
            nes con las que es más difícil convivir. Ahí sé que –más   gosy y Rogue (algunas de las revistas que leía por aquel
            allá de los logros– estoy, como quería Kerouac, en el   entonces) o para el diario local–, cualquier cosa que
            camino.
                                                             supusiera juntar palabras hasta armar algo coheren-
                                                             te, capaz de interesarle a alguien que no fuera yo. No
                                                             obstante, en la época de nuestra mudanza, algo me
                        HERNÁN RONSINO                       decía que para ser un escritor iba a tener que estudiar.
                                                             Por aquel entonces yo le daba mucha importancia a

                Un escritor se construye en una trama que está   los estudios, mucha más de la que le doy ahora, claro,
            sostenida por dos grandes pilares: la experiencia y la   pero esto se debe a que han pasado los años y tengo
            lectura. Eso en los términos subjetivos. Pero también   estudios. Téngase en cuenta que nadie de mi familia
            están las tradiciones, las huellas, las marcas culturales   había ido a la universidad ni había llevado su educa-
            que se retoman o reaparecen en un texto. Marcas con   ción más allá de la secundaria obligatoria. Yo no sabía
            las que se dialoga y se define un autor en un entorno   nada, pero sabía que no sabía nada.
            histórico.
                Todo lo dicho se puede cristalizar en una forma de   Pero como dije antes, junto con estas ganas de es-
            mirar el mundo. El escritor mira el mundo, se mira en   tudiar, tenía también un deseo muy fuerte de escribir;
                                                             era un deseo tan fuerte que, con el aliento que recibí
            “El escritor mira el                             en la universidad y el criterio que adquirí, seguí es-
                                                             cribiendo durante mucho tiempo, a pesar de que el
            mundo, se mira en el                             “sentido común” y la “cruda realidad” me aconsejaran
            mundo, hurgando en lo                            una y otra vez que abandonara, que dejara de soñar,
                                                             que siguiera adelante con discreción y me dedicara a
            común, encontrando en lo                         otra cosa.
            común lo extraordinario.”                           Raymond Carver (prólogo a Para ser novelista, de Gardner).



            el mundo, hurgando en lo común, encontrando en lo
            común lo extraordinario. El escritor mira lo común y
            lo hace extraordinario en la palabra escrita. Esa mirada
            que cristaliza una tradición, un conjunto de lecturas,
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