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Rococó, clasicismo y romanticismo
l.cssing en Natán el Sabio: «Ningún hombre debe verse obligado»,
p;ilabras que, naturalmente, no significan que el hombre esté libre
de deberes, sino que es interiormente libre, es decir libre en la elec-
i ión de sus medios, y que no es responsable de sus acciones más.
que ante sí mismo. En el antiguo drama se acentuaban los lazos
internos; en el nuevo se acentúan los externos; pero éstos, por muy
opresivos que sean, dejan curso libre a la acción dramáticamente
relevante. «La vieja tragedia descansa en un inevitable deber —dice
( ¡oethe en su ensayo Shakespeare und Kein Ende— todo deber es des
;
pótico..., la voluntad, por el contrario, es libre... Es el dios de la
época... El deber hace a la tragedia grande y fuerte, la voluntad
la hace débil y pequeña.» Goethe adopta aquí un punto de vista con
servador y valora el drama según el esquema de la antigua inmola
ción cuasirreligiosa, en lugar de hacerlo según los principios del
conflicto de voluntad y conciencia en que el drama se ha converti
do; reprocha al drama moderno el que conceda a sus héroes dema
siada libertad. Los críticos posteriores caen en el error opuesto y
piensan que el determinismo del drama naturalista no plantea la
cuestión de la libertad y hace imposible, por tanto, todo conflicto
dramático. Ellos no comprenden que, a efectos dramáticos, es
totalmente indiferente cuál es el origen de la voluntad, por qué
motivos se rige, qué es en ella «espiritual» y qué es «material»,
con tal que de una manera u otra haya conflicto dramático
Estos críticos consideran, según el principio que oponen a la
voluntad del héroe, algo completamente distinto de lo que Goethe
había considerado; se trata de dos clases completamente distintas
de necesidad. Goethe piensa, al referirse a las antinomias del anti
guo drama, en el conflicto entre deber y pasión, lealtad y amor,
moderación y presunción, y lamenta que en el drama moderno la
fuerza de los principios objetivos de orden haya disminuido en
comparación con la del subjetivismo. Posteriormente se entiende
por necesidad, la mayor parte de las veces, las leyes de la realidad
empírica, es decir aquéllas del ámbito físico y social cuya inevita-
bilidad ha descubierto precisamente el siglo XVIII. En realidad se
% Cf. G. Lukács, op. cit. pág. 343.
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