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Historia social de la literatura y el arte
no es más que campo de batalla de fuerzas anónimas, ¿qué se le
puede imputar a él como hecho verdadero? La valoración moral de
las acciones pierde todo sentido o ai menos se hace muy dudosa, y
la ética del drama se diluye en mera psicología y casuística. Pues en
un drama en el que domina la ley natural, y nada más que la ley
natural, no puede tratarse más que del análisis de los motivos y de
seguir el camino por el que el héroe liega a su acción. Aquí se ven
tila todo el problema de la culpabilidad trágica. Los fundadores del
drama burgués renunciaron a la tragedia para introducir en el dra
ma al hombre cuya culpa es lo contrario de lo trágico, al estar con
dicionado por la realidad cotidiana; sus sucesores niegan la misma
existencia de la culpa para salvar la tragedia. El romanticismo eli
mina la cuestión de la culpa incluso de su interpretación de la tra
gedia anterior, y en vez de acusarles de una falta los convierte en una
especie de superhombres cuya grandeza se manifiesta en la acepta
ción de su destino. El héroe de la tragedia romántica vence incluso
en la derrota y supera el destino adverso convirtiéndolo en una solu
ción fatal y completamente adecuada de su problema vital. Así
vence el Príncipe de Homburgo, de Kleist, su temor a la muerte, y
con esto anula el aparente absurdo y la inadecuación de su suerte,
tan pronto como la decisión sobre su vida está en sus propias manos.
Se sentencia a sí mismo a muerte desde que se da cuenta de que es
la única solución de la situación en que se encuentra. La aceptación
de la inevitabilitad del hado, la presteza e incluso la alegría con que
se ofrece, es su victoria en la derrota, la victoria de la libertad sobre
la necesidad. El hecho de que al final no tenga que morir corres
ponde a la sublimación y a la espiritualización que la tragedia expe
rimenta. El reconocimiento de la culpa o de lo que queda de la
culpa, la lucha victoriosa por escapar de la oscuridad del error y lle
gar a la clara luz de la razón, es ya ia expiación y la compensación
del equilibrio alterado. El romanticismo reduce la culpa en la tra
gedia al capricho del héroe, a su simple voluntad personal y a su
existencia individual en rebeldía contra la unidad original de todo
lo existente. Según la interpretación que Hebbel da a esta idea, es
en dramaturgia completamente igual que el héroe caiga como conse
cuencia de una acción buena o mala. Esta interpretación romántica
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