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Rococó,  clasicismo  y  romanticismo








                cías estilísticas  en competencia se  manifiesta del  modo más agudo


                en  la  arquitectura,  que  combina  interiores  rococós  con  fachadas


                clasicistas,  sin que  los  contemporáneos  encontrasen  nunca molesta



                esta mezcla de estilos.  En ningún fenómeno se manifiestan más ex­


                presivamente la indecisión de la época y su incapacidad para elegir


                entre  las  alternativas posibles  que en  este eclecticismo.  El Barroco


                se  caracterizaba  ya  por  su  vacilación  entre  racionalismo  y  sensua­



                lismo, formalismo y espontaneidad, clasicismo y modernidad, pero


                trataba de  resolver estos antagonismos  en  un  único estilo, aunque


                no  fuera  completamente  homogéneo.  Ahora,  por el  contrario,  nos



                encontramos  ante  un  arte  en  el  que  ni  siquiera  se  intenta  reducir


                 los diversos elementos estilísticos a un  común  denominador.  Pues


                lo mismo  que  en  la  arquitectura  se  combinan exteriores  e  interio­


                res de diferente dirección estilística, en la pintura y en la poesía es­



                tán  también  creaciones  de  estilos  completamente  distintos  unas


                 junto a otras: obras de Boucher, Fragonard y Voltaire junto a las de



                 Vien, Greuze, Diderot y Rousseau. La época produce a lo sumo for­


                 mas  híbridas,  pero  no  trae  un  ajuste  de  ios  principios  formales


                opuestos.  Este eclecticismo  corresponde  a  la estructura general de


                 la sociedad, en la que las clases se mezclan y con frecuencia operan



                conjuntamente,  pero  interiormente,  sin  embargo,  siguen  siendo


                ajenas  unas  a  otras.  Las  relaciones  de  las  fuerzas  existentes  se  ex­


                 presan artísticamente sobre todo en el hecho de que el  rococó  cor­


                 tesano es  prácticamente siempre el  estilo predominante y disfruta



                el favor de una mayoría abrumadora entre el público de arte, mien­


                 tras  el  clasicismo  no  representa  más  que  el  arte  de  la  oposición  y


                constituye  el  programa artístico  de  un  estrato de aficionados  rela­



                 tivamente  escaso, apenas digno  de ser tenido en cuenta en el  mer­


                cado artístico.


                           Este nuevo movimiento, que ha sido también  llamado  «clasi­



                 cismo  arqueológico»,  depende  de  la  vivencia  clasicista  del  arte


                 griego y romano más fuertemente que las anteriores tendencias afi­


                 nes.  Pero incluso ahora el  interés teórico por  la antigüedad  clásica


                 110 es lo principal, sino que presupone más bien un cambio de gus­



                 to,  y  este  cambio  de  gusto,  a su  vez,  una  modificación  de  valores


                 virales.  El arte clásico cobra actualidad para el siglo XVIII porque,






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