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Historia social de la literatura y el arte
después de la técnica que se ha vuelto demasiado flexible y fluida
y después del atractivo en exceso juguetón de colores y tonos, se
siente de nuevo la atracción de un estilo artístico más sobrio, más
serio y más objetivo. Cuando a mediados de siglo surge la nueva
tendencia clasicista, el clasicismo del grandsiécle ha muerto hace ya
cincuenta años; el arte se ha entregado a la misma voluptuosidad
que domina todo el siglo. El antisensualismo del ideal artístico clá
sico puesto de nuevo en vigor ahora no es cuestión de gusto o de
valoración estética, o al menos no lo es en primer lugar, sino que
es cuestión de moral: es la expresión de una ambición de sencillez
y sinceridad. El cambio de gusto que hace olvidar el estímulo de
lo óptico sensual, la riqueza y la gradación del color, la plenitud
fluyente y el ímpetu arrollador de las impresiones, y pone en duda
sobre todo el valor de aquello que todo experto había considerado
desde hacía medio siglo como la quintaesencia del arte, esta inau
dita simplificación y nivelación de la escala de valores estéticos sig
nifica el triunfo de un nuevo ideal puritano que se opone al hedo
nismo de ia época. La nostalgia de la línea pura, inequívoca y sin
complicaciones, de la regularidad y la disciplina, de la armonía y
el sosiego, de la «noble simplicidad y la tranquila grandeza» de
Winckelmann, es, sobre todo, una protesta contra la insinceridad
y la artificiosidad, contra el virtuosismo y el brillo vacíos del roco
có, que ahora comienzan a ser considerados como depravados, de
generados, enfermizos y antinaturales.
Junto a los artistas que, como Vien, Falconet, Mengs, Batto-
ni, Benjamín West y William Hamilton, se adhieren con entu
siasmo en toda Europa a la nueva tendencia, hay innumerables
artistas y aficionados, críticos y coleccionistas que coquetean me
ramente con esta revolución contra el rococó y participan de ma
nera sólo superficial en la moda arqueológica. La mayoría de ellos
son simplemente transmisores de un movimiento cuyo verdadero
origen y cuyos últimos propósitos desconocen. Teóricamente, el di
rector de la Academia, Antoine Coypel, se coloca al lado del clasi
cismo, y el conde Caylus, el noble aficionado al arte y arqueólogo,
se pone incluso a la cabeza del movimiento. El superintendente De
Marigny, hermano de Madame de Pompadour, va en 1784 con