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Rococó,  clasicismo y  romanticismo







               cialmente  desde  la aparición  de  David,  puede  el  rococó  ser consi­


               derado  vencido.  El  éxito  de  El juramento  de los  Horacios,  en  1785,



               significa el fin de una lucha de treinta años y.la victoria del nuevo


               estilo monumental.  Con el arte de la era revolucionaria, que se ex­


               tiende  aproximadamente  de  1780  a  1800,  comienza  una  nueva



               fase  del  clasicismo.  En  vísperas  de  la  Revolución  estaban  en  con­


               junto  representadas  en  la  pintura  francesa  las  siguientes  tenden­


               cias:  1,  la tradición del  rococó  sensualista  y  colorista  en  el  arte  de


               Fragonard;  2,  el  sentimentalismo  representado  por  Greuze;  3,  el



               naturalismo  burgués de Chardin;  4,  el  clasicismo de  Vien.  La  Re­


               volución  escogió este  clasicismo  como  el  estilo  más  acorde  con  su


               ideología,  aunque  debiera pensarse  que  el  gusto  representado  por



               Greuze y Chardin era más adecuado a ella. Sin embargo,  lo decisi­


               vo  en  la elección  no  fue  la  cuestión  del  gusto y  de  la  forma,  ni  el


               principio de la interioridad y la intimidad derivado del ideal artís­



               tico  burgués  de  la baja Edad  Media y  el  Renacimiento  temprano,


               sino la consideración de cuál de las direcciones existentes era la más


               apropiada para representar del  modo más eficaz posible  la ética de


               la  Revolución  con  sus  ideales  patriótico-heroicos,  sus  virtudes  cí­



               vicas  romanas  y  sus  ideas  republicanas  de  libertad.  Amor  a  la  li­


               bertad  y  a la patria,-heroísmo y  espíritu de  sacrificio,  rigor espar­


               tano  y autodominio  estoico sustituyen  ahora a aquellos  conceptos



               morales  que  la  burguesía  había desarrollado  en  el  curso de  su  as­


               censo económico, y que, finalmente, se habían debilitado y socava­


               do  tanto  que  la  burguesía  había podido  convertirse  en  uno  de  los



               sustentadores  más  importantes  de  la  cultura  del  rococó.  Los  pre­


               cursores  y adelantados de  la Revolución  tuvieron  que volverse  tan


               acremente contra el ideal de vida de los fermiers généraux como con-


               i ra  las douceurs de vivre de  la aristocracia.  Pero  no  podían  apoyarse


               en  la burguesa concepción del mundo confortable, patriarcal y an-



               i ¡heroica  de  los  siglos  anteriores,  y  debían  esperar  el  logro  de  sus


               propósitos  sólo  de  un  arte  completamente  militante.  Para  conse­


               guirlo,  de  entre  todas  las direcciones  artísticas  que  se  les  ofrecían



               para la elección, el clasicismo de Vien y su escuela poseía la mayor


               parte de  las premisas.


                         El  arte  de  Vien,  sin embargo,  estaba todavía lleno de disper­






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