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Rococó, clasicismo y  romanticismo








                  social», sino  «una parte de sus fundamentos»  142.  Debe ser, se dice,


                  no  un pasatiempo  ni  un  estimulante para los  nervios,  ni  un  privi­



                   legio  de  ricos  y  ociosos,  sino que  debe  instruir  y  perfeccionar,  es­


                  polear  a  la  acción  y dar ejemplo.  Debe  ser puro,  verdadero,  inspi­


                   rado  e  inspirador,  debe  contribuir  a  la  felicidad  del  público  en


                  general  y convertirse en  posesión de toda la nación.



                             El  programa  era ingenuo,  como  todas  las  reformas  abstractas


                   del  arte,  y  su  esterilidad  demuestra  que  una  revolución  debe  mo­


                   dificar la sociedad  antes  de que pueda modificar el arte,  aunque el



                   arte  mismo sea un  instrumento  de esta modificación  y guarde con


                   el  proceso  social  una  complicada  relación de  acción  y  reacción  re­


                   cíprocas.  Por otra parte,  el verdadero designio del programa artís­


                   tico de  la Revolución  no era extender la participación  del  disfrute



                   del arte a las clases excluidas del privilegio de la cultura, sino mo­


                   dificar la sociedad,  hacer más hondo el sentimiento de comunidad


                   y despertar la conciencia de las conquistas revolucionarias l43. En lo



                   sucesivo, el cultivo del arte constituyó un instrumento de gobierno


                   y disfrutó de una atención entonces sólo prestada a los asuntos im ­


                   portantes de Estado. Mientras la República estuvo en peligro y lu­


                   chó por su propia existencia,  todos tuvieron que servirla con  todas



                   sus fuerzas.  En una comunicación dirigida por David a la Conven­


                   ción  se dice:  «Cada uno de  nosotros  es  responsable  ante  la  nación


                   del talento que ha recibido de la naturaleza»  144. Y Hassenfratz, un



                   miembro  del  jurado  del  Salón  de  1793,  formulaba  la  correspon­


                   diente  teoría  estética  en  los  siguientes  términos:  «Todo  el  talento


                   del artista reside  en  su corazón;  lo que  lleva a cabo con  sus  manos

                           ♦          ♦                     r      14S

                   no tiene  importancia»


                             David  desempeña  un  papel  sin  precedentes  en  la política ar-


                   i ística de su tiempo.  Es  miembro de  la Convención  y ejerce  como


                   i.il  una influencia considerable; pero es al mismo tiempo confiden-



                   u-  y  portavoz  del  gobierno  de  la  Revolución  en  toda  cuestión  de







                             112  Fran^ois  Benoit, JJArt franjáis sou.t la  Révolution et l’Empire.  1897,  pág.  3-

                                 Ibid,  págs.  4-5.

                             lAá Jules David, Le Peintre David,  1880, pág.  117.


                                 Edmond y Jules Concernir, Hist. de la sociétéfran$aisependant la Révolution.  1880,

                   i-.ig.  346.





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