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Historia social de la literatura y el arte
desde la perspectiva niveladora de la posteridad; los contemporá
neos estaban completamente convencidos de las diferencias estilís
ticas existentes entre el clasicismo de David y el de sus predece
sores. Cuán osadas y revolucionarias les parecieron las innovaciones
de David lo demuestran mejor que nada las palabras del director de
la Academia, Pierre, que designaba ia composición de El juramen
to de los Horacios como «un ataque al buen gusto» en tanto que con
secuencia de su desviación del habitual esquema piramidal U!<. Pero
la auténtica creación estilística de la Revolución no es este clasi
cismo, sino el romanticismo; es decir no el arte que ella practicó,
sino el arte al que preparó el camino. La Revolución misma no po
día realizar el nuevo estilo porque ella poseía ciertamente nuevos
designios políticos, nuevas instituciones sociales, nuevas normas
jurídicas, pero no tenía una sociedad nueva que hablara un len
guaje propio. Había, nada más, las premisas para la aparición de
esa nueva sociedad. El arte se queda retrasado en relación con el de
sarrollo político, y se mueve, en parte, como ya advertía Marx, den
tro de las viejas formas anticuadas 149. Los artistas y los poetas no
son en modo alguno siempre profetas, y el arte va con relación a su
tiempo retrasado tantas veces como adelantado.
También el romanticismo, ai que la Revolución preparó el ca
mino, se apoya en un movimiento similar anterior, pero el prerro
manticismo y el romanticismo propiamente dicho no tienen entre
sí tanto en común como las dos formas del moderno clasicismo. No
constituyen en modo alguno un movimiento romántico unitario
que, simplemente, fuera interrumpido en su desarrollo 15°. El pre
rromanticismo sufre a manos de la Revolución su derrota decisiva
y definitiva. Es cierto que el antirracionalismo experimenta un re
nacimiento, pero el sentimentalismo del siglo XVIII no sobrevive,
sin embargo, a la Revolución. El romanticismo posrrevolucionario
refleja un sentido nuevo del mundo y de la vida y hace madurar so
bre todo una nueva interpretación de la idea de libertad artística.
,4HJules David, op. c i t pág. 57.
149 Karl Marx, Der 18. Brumaire Jes Louts Napole'on, 1852. (Ed. case., El 18 Brumario.)
*50 Louis Hautecoeur, Les origines du Romantisme, en Le romantisme ct ¿’art, 1928,
pág. 18.
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