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Rococó, clasicismo y  romanticismo







                 Esta  libertad  no  es  ya  un privilegio  del  genio,  sino  el  derecho  in­


                 nato de todo artista y de todo individuo con capacidad.  El prerro-



                 manticismo  autorizaba  sólo  al  genio  a  apartarse  de  las  reglas;  el


                 romanticismo  niega  el  valor  de  toda  regla artística  objetiva.  Toda


                 expresión  individual es  única,  insustituible, y tiene sus propias le­


                 yes  y  su  propia  tabla  de  valores  en  sí;  esta  visión  es  la  gran  con­



                 quista de la Revolución para el arte.


                           El  movimiento  romántico se convierte ahora por vez primera


                 en una lucha por  la  libertad que  no se dirige contra  las academias,



                 las iglesias, las cortes, los mecenas, los aficionados, los críticos o los


                 maestros,  sino  contra, el  mismo  principio  de  tradición,  de  autori­


                 dad y contra  toda regla.  Esta lucha es  inconcebible sin  la atmósfe­


                 ra intelectual  creada por la  Revolución;  a  la  Revolución debe  tan­



                 to  su  génesis  como  su  influencia.  Todo  el  arte  moderno  es  hasta


                 cierto  punto  el  resultado  de  esta  romántica  lucha  por  la  libertad.


                 Aunque  se  hable  de  normas  estéticas  supratemporales,  de  valores



                 artísticos  eternamente  humanos,  de  la  necesidad  de  cánones obje­


                 tivos y convencionalismos vinculadores,  la emancipación del  indi­


                 viduo, la exclusión de toda autoridad extraña y la falta de conside­


                 ración para con toda barrera y toda prohibición son y siguen siendo



                 el  principio  vital  del  arte  moderno.  El  artista  de  nuestro  tiempo


                 puede  reconocer  con  entusiasmo  escuelas,  grupos,  movimientos  y


                 compañeros de  lucha y de destino, pero mientras pinta o compone



                 música o poesía está solo y se siente solo.  El arte moderno es  la ex­


                 presión  del  hombre solitario,  del  individuo,  que se siente  diferen­


                 te,  trágica o dichosamente diferente, de sus compañeros.  La Revo­


                 lución y el romanticismo significan el fin de la época cultural en la



                 que el artista apelaba  todavía a una  «sociedad», a un grupo  más o


                 menos numeroso, pero homogéneo, a un público cuya autoridad en


                 principio  reconocía  de  manera  incondicional.  El  arte  deja  de  ser



                 arte social regido por criterios objetivos y convencionales, y se con­


                 vierte en un arte de expresión propia,  creador de sus  propios  crite­


                 rios,  de acuerdo con los  cuales  quiere  ser  juzgado;  en  una palabra,


                 se convierte en  un medio por el  que el  individuo particular  habla



                 a individuos particulares. Hasta el romanticismo carecía de impor­


                 tancia  el  que  el  público  estuviera  compuesto  por  verdaderos  en-






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