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Rococó, clasicismo y  romanticismo








                   tes  de  la  Revolución  el  acreedor  del  Estado,  y,  en  vista de  la per­


                   sistente  mala administración de la corte, tenía cada vez más  moti­


                   vo para temer la quiebra de las finanzas del Estado. Cuando ella lu­


                   chaba  por  un  nuevo  orden,  lo  hacía  sobre  todo  para  asegurar  sus



                   rentas.  Esta  circunstancia  explica  la  aparente  paradoja  de  que  la


                   Revolución fuera realizada por una de  las clases  más ricas,  y no de


                   las  menos  privilegiadas  l56.  No  fue  en  ningún  sentido  la  Revolu­



                   ción del proletariado y de la pequeña burguesía desposeída, sino la


                   Revolución de los rentistas y de los empresarios comerciales, es de­


                   cir de una clase que era dificultada en su expansión económica por


                   los privilegios de la nobleza feudal, pero que en su existencia no es­



                   taba vitalmente amenazada ’57.  Sin embargo,  la Revolución se hizo


                   con  la ayuda  de  la  clase  trabajadora  y  de  los  estratos  inferiores  de


                   la  burguesía,  y  difícilmente  hubiera  triunfado  sin  ellos.  No  obs­



                   tante,  tan  pronto  como  la  burguesía  hubo  alcanzado  sus  fines,


                   abandonó  a  sus  antiguos  aliados  y  quiso  disfrutar  ella  sola  de  los


                   frutos de la lucha común. Al final, todas las clases oprimidas y des­


                   poseídas  de  derechos  se aprovecharon  de  la  Revolución,  que,  des­



                   pués de  tantas  rebeliones fracasadas  y  tantas  revueltas,  condujo ya


                   a una transformación radical y durable de la sociedad.  Pero la reac­



                   ción  inmediata  de  los  acontecimientos  no  fue  nada  halagüeña.


                   Apenas había terminado la Revolución se apoderó de las almas una


                   desilusión inmensa, y de la alegre concepción del mundo propia de


                   la  Ilustración  no  quedó  ni  huella.  El  liberalismo  del  siglo  XVIII


                   partía de la identidad entre libertad e igualdad. La fe en esta ecua­



                   ción era la fuente de su optimismo, y la pérdida de la fe en la com­


                   patibilidad de ambas ideas  fue el  origen del  pesimismo  del  perío­



                   do posrevolucionario.


                             El  signo  más  chocante  de  la victoria  de  las  ideas  liberales  es


                   que  la influencia de la coerción,  de  la limitación  y  la reglamenta­


                   ción del pensamiento  no es  considerada paralizadora hasta después


                   de  la  Revolución.  Hasta  entonces,  los  más grandes  florecimientos



                   artísticos  se  habían  relacionado  frecuentemente  con  las  tiranías





                             l56Joseph  Aynard,  La Bourgeoisie frangaite,  1934, pág.  396.

                             1,7  Cf.  Etíenne  Fajon,  The worktng  class  in  the Revolution  of 1789,  en  Essays  on  the


                  French Revolution.  ed.  por T.  A. Jackson,  1945, pág.  121.





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