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Historia social  de  la  literatura y el  arte







                  ciones  secesionistas,  y  la  vida  artística,  que  había  recibido  su  ca­



                  rácter inquieto y estimulante de ellas —de las exposiciones privadas,


                  de las de los  estudios y de las  de los  discípulos-,  se volvió más  or­


                  ganizada  y  más  sana,  aunque  tal  vez  menos  vivaz  y  menos  intere­


                  sante. La Revolución  significó  el fin  de  la dictadura  de  la Acade­



                  mia  y  de  la  monopolización  del  mercado  artístico  por  la corte,  la


                  aristocracia y la alta finanza. Las antiguas trabas existentes en el ca­


                  mino de  la democratización del  arte  fueron  disueltas;  desaparecie­



                  ron  la  sociedad  y  la  cultura  del  rococó.  Sin  embargo,  no  se  debe


                  asegurar,  como  se  ha  hecho  con  frecuencia,  que  rodos  los  estratos


                  del  público  que  tenían  en  sus  manos  las  llaves  de  la  cuitura  y  re­


                  presentaban  el  «buen  gusto»  habían  desaparecido.  Como  conse­



                  cuencia de  la amplia participación de  la burguesía en la vida artís­


                  tica  ya  mucho  antes  de  la  Revolución,  existía  una  cierta


                  continuidad  del  desarrollo artístico a pesar de la profunda convul­



                  sión.  Se realizó, ciertamente,  una democratización de la vida artís­


                  tica hasta entonces  nunca  igualada;  es decir,  no sólo una difusión,


                  sino también una nivelación del público, pero incluso esta tenden­


                  cia había empezado antes de la Revolución.  Bello es  lo que agrada



                  a la mayoría, afirmaba ya Mengs en Pensamientos sobre la belleza y el


                 gusto (1765). La auténtica modificación realizada después de la Re­


                  volución consistía en que el viejo público representaba una clase en



                  la  que  el  arte  desempeñaba  una  función  vital  directa  y  constituía


                 una parte de aquellas  formas por medio de  las  cuales esta clase ex­


                 presaba,  por  un  lado,  su  distancia  de  los  estratos  más  bajos  de  la


                 sociedad,  y,  por  otro,  su  comunidad  con  la  corte  y  el  monarca,



                  mientras  el  nuevo público,  por  el contrario,  pasó a ser un público


                 de  aficionados  con  intereses  meramente  estéticos,  para  los  que  el


                 arte se había convertido en objeto de libre elección y de gusto m u­



                 dable.


                            Después  que  la  Asamblea  Legislativa  aboliese  en  1791  los


                 privilegios de la Academia y concediese a todos los artistas el derecho


                 de  exponer  en  el  Salón,  la  Academia  fue  suprimida  totalmente,



                 dos años  más  tarde.  El decreto correspondía en  el  terreno del arte


                 a 1a abolición de los privilegios feudales y a la implantación de la de­


                 mocracia.  Pero también este desarrollo artístico-político había co­







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