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Rococó, clasicismo  y  romanticismo








          que,  según conviniera a sus  intereses,  estaban con  los  revoluciona­


          rios o con  los  emigrados.  Los artistas,  como conjunto,  se vieron en


          un principio seriamente amenazados por la Revolución; la Revolu­



         ción  les arrebató sus compradores más ricos y más competentes  l67.


          Fd  número de emigrados crecía de día en día, y  la parte del públi­


         co interesado que no se expatrió,  no estaba en condiciones ni  tenía



          humor para adquirir obras de arte.  La mayoría de los artistas pasa­


          ron  en  un  principio  graves  privaciones  y  no  es  de extrañar  que  no


          siempre fueran capaces de sentir entusiasmo por la Revolución.  Si,


          a pesar de ello, en gran número tomaron partido por la Revolución



         fue porque  se  sentían  humillados  y explotados en  el  antiguo  régi­


          men, en el que habitualmente habían sido considerados como cria­


         dos de sus señores.  La  Revolución  significaba  el  fin  de  esta  situa­



          ción  y  les  compensaba,  después  de  todo,  también  materialmente.


          Porque,  aparte del  creciente  interés  del  Gobierno por  el  arte,  sur­


         gían  también  nuevamente  aficionados  particulares,  y  de  repente


          apareció  un  nuevo público que se  tomaba vivo  interés por la labor



          de  los artistas  famosos  l68.


                    La  atención  prestada  al  Salón  no  decayó en  absoluto durante


          la Revolución,  sino incluso aumentó.  Las  obras de arte alcanzaron



          pronto en  las  subastas  precios  tan  altos  como antes  de  la  Revolu­


         ción, y durante el Imperio hasta consiguieron una considerable ele­


         vación  l69.  El  número  de artistas  aumentó,  y  la crítica se  lamenta­


          ba  de  que  había  ya  demasiados  artistas.  La  vida  artística  se  había




          recobrado  rápidamente  -demasiado  rápidamente—de  las  conmo­

          ciones  de  la  Revolución.  El  ejercicio  artístico  se  restableció  antes


          de  que  surgiera  un  nuevo  arte.  Se  renovaron  las  antiguas  institu­



          ciones, pero los renovadores  no tenían criterios de gusto propio,  ni


          siquiera  el  valor para tenerlos.  Esto explica la  decadencia artística


          del  período  posrevolucionario;  por  esto  fueron  necesarios  todavía


          más de veinte años antes de que pudiera realizarse el romanticismo



          en Francia.









                    167 M.  Dreyfous, op.  cit.,  pág.  155.

                        F.  Benoít, op.  cit.,  pág.  132.


                    '“ Ibid,  134.
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