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Historia social de la literatura y el arte
¿por qué se han de exagerar y deformar las cosas si uno no se sien
te inquieto y desazonado por ellas? «Las cosas y las acciones son lo
que son, y sus consecuencias serán las que tengan que ser; ¿por qué
entonces hemos de desear ser engañados?», pregunta el obispo Bu-
tler, dando con ello la mejor descripción del sereno y «sano» senti
do de la realidad propio del siglo XVIII, enemigo de toda ilu
sión 17°. Visto desde este realismo, el romanticismo parece siempre
una mentira, un autoengaño que, como dice Nietzsche refiriéndo
se a Wagner, «no quiere concebir las antítesis como antítesis» y
grita más alto cuanto más duda. La fuga al pasado es sólo una de
las formas del irrealismo y el ilusionismo románticos, pero hay
también una fuga hacia el futuro, hacia la utopía. Aquello a lo que
el romántico se aferra es, bien considerado, insignificante; lo defi
nitivo es su temor al presente y al fin del mundo.
El romanticismo no tuvo sólo una importancia que hizo épo
ca, sino que tenía también conciencia de que hacía época 171. Re
presentó una de las variaciones más importantes en la historia de la
mentalidad occidental y fue consciente por completo de su papel
histórico. Desde el gótico, el desarrollo de la sensibilidad no había
recibido un impulso tan fuerte, y el derecho del artista a seguir la
voz de sus sentimientos y su disposicón individual nunca fue pro
bablemente acentuado de manera tan incondicional. El racionalis
mo, que seguía progresando desde el Renacimiento y había conse
guido a través de la Ilustración una vigencia universal, dominando
todo el mundo civilizado, sufrió la derrota más penosa de su histo
ria. Desde la disolución del sobrenaturalismo y el tradicionalismo
de la Edad Media, nunca se había hablado con tal menosprecio de
la razón, de la vigilancia y la sobriedad mentales, de la voluntad
y la capacidad de autodominio. «Aquellos que refrenan su deseo lo
hacen porque éste es bastante débil como para ser refrenado», dice in
cluso Blake, que no estaba en modo alguno de acuerdo con el emo-
cionalismo desbordado de Wordsworth. El racionalismo como
principio científico y práctico se recobró pronto de las acometidas
J'° Cit. por F. L. Lucas, The Decline and Fall of the Romantic Ideal, 1937, pág. 36,
171 Cf, para el concepto de la «conciencia de hacer época», Karl Jaspers, Die geisti-
ge Situation der Zeit, 1932, 3.* ed., págs. 7 sigs.
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