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Historia social  de  la  literatura y  el  arte








                haber  envejecido  y  desearon  una  renovación;  pero  ninguna  había


                llegado  todavía a  hacer  un problema  del  sentido  y  la  razón  de  ser


                de su propia cultura, ni  de si su modo de ser tenía algún derecho a



                ser así y representaba un eslabón necesario en el conjunto de la cul­


                tura humana. El sentido de renacer del  romanticismo no era nuevo


                en  modo  alguno;  el  Renacimiento  lo  había  sentido  ya,  y  antes  la



                Edad  Media  se  había preocupado  por  ideas  de  renovación  y  visio­


                nes de  resurrección  cuyo  tema era la antigua  Roma.  Pero  ninguna


                generación  tuvo  tan  agudamente  el  sentimiento  de  ser  heredera y



                descendiente de períodos anteriores,  ni poseyó un deseo tan defini­


                do de  repetir simplemente  un  tiempo pasado,  una cultura perdida


                y despertarlos a una nueva vida.


                          El  romanticismo  buscaba  constantemente  recuerdos  y  analo­



                gías en la historia, y  encontraba su  inspiración  más alta en  ideales


                que  él  creía ver  ya  realizados  en  el pasado.  Pero su  relación con  la


                Edad  Media  no  corresponde  exactamente  a  la  del  clasicismo  con



                la antigüedad, pues  el  clasicismo  toma  a los  griegos  y  a  los  roma­


                nos  meramente como ejemplo,  mientras que el  romanticismo, por


               el  contrario,  tiene  siempre  el  sentimiento  de  déjá  vécu  en  relación


               con el pasado.  Recuerda el  tiempo antiguo y pasado como una pre­



               existencia.  Sin  embargo,  este  sentimiento  no  demuestra  en  modo


               alguno  que  el  romanticismo  tuviera  más  en  común  con  la  Edad


               Media que el  clasicismo  con  la antigüedad clásica; demuestra  más



               bien lo contrario.  «Cuando un benedictino -dice un reciente y muy


               agudo análisis  del  romanticismo-  estudiaba  la  Edad  Media,  no  se


               preguntaba para qué le serviría ni  si  la gente vivía más  feliz y pia­


               dosamente en  la Edad Media.  Puesto que se encontraba en  la con­



               tinuidad  de  la  fe  y  de  la  organización  eclesiástica,  podía  adoptar


               frente  a  la  religión  una  actitud  más  crítica  que  un  romántico,  el


               cual vivía en un siglo de revolución, en el que toda fe vacila y codo



               está puesto  en  tela  de  juicio»  174.  Es  innegable  que  la experiencia


               romántica de ia historia expresa un miedo morboso al presente y un


               intento de fuga al pasado.  Pero nunca una psicosis ha sido tan fruc­


               tífera.  A  ella  debe  el  romanticismo  su  sensibilidad  histórica  y  su




                          174 Joseph  Aynacd,  Comment  definir le  romantism?,  en  «Rev.  de  Lite.  Comparée»,


                1925,  V, pág.  653.





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