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Rococó, clasicismo y romanticismo
diosamente difíciles, tanto en el aspecto técnico como en el inte
lectual: dejan de estar destinadas a la ejecución por aficionados bur
gueses. Ya las últimas obras de Beethoven para piano y para músi
ca de cámara pueden ser interpretadas sólo por artistas
profesionales y estimadas sólo por un público de alta cultura musi
cal. Con los románticos se aumenta, sobre todo, la dificultad técni
ca de la ejecución. Weber, Schumann, Chopin y Liszt componen
para los virtuosos de las salas de conciertos. La ejecución brillante
que ellos presuponen en el intérprete tiene una doble función: res
tringir el ejercicio de la música a los expertos y deslumbrar a los
profanos. En los compositores virtuosistas, cuyo prototipo es Pa
ganini, el estilo brillante no tiene otra finalidad que el deslumbra
miento de los oyentes, mientras que en los auténticos maestros, por
el contrario, la dificultad técnica es simplemente la expresión de
una dificultad y una complejidad íntimas. Ambas tendencias, tan
to la de aumentar la distancia entre el aficionado y el virtuoso como
la de ahondar la fisura entre la música fácil y la difícil, conducen a la
disolución de los géneros clásicos. La manera virtuosista de escribir
desintegra inevitablemente las formas grandes y macizas; la pieza de
bravura es relativamente breve, destelleante, conceptuosa. Pero
también el modo expresivo, intrínsecamente difícil, individual
mente diferenciado y basado en la sublimación de pensamientos y
sentimientos exige la disolución de las formas de validez general,
estereotipadas y de gran aliento.
La natural disposición con que la música sale al encuentro de
esta disolución de las formas, la irracionalidad de su contenido y la
independencia de sus medios de expresión explican el lugar pree
minente que en lo sucesivo ocupa entre las artes. Para el clasicismo
la poesía era el arte principal; el romanticismo temprano estaba en
parte basado en la pintura; el romanticismo posterior, sin embar
go, depende enteramente de la música. Para Gautier la pintura era
todavía el arte perfecto; para Delacroix es ya la música la fuente de
las más profundas vivencias artísticas 234. Esta evolución alcanza su
punto culminante en la filosofía de Schopenhauer y en el mensaje
D e la c ro iJournal, passim y espec. nota de 30 de enero de 1853.
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