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                                                   LA GENERACIÓN DE  1830

















                    S            I el objeto de la investigación histórica es la comprensión del

                                 presente -¿y cuál puede ser si no?-, nuestros afanes están lle­



                                 gando  ahora  a  su  objetivo.  En  lo  sucesivo  nos  encontramos


                    con  el  capitalismo  moderno,  con  la  moderna  sociedad  burguesa,


                    con  el  arte  y  la  literatura  naturalistas  modernos  y,  en  suma,  con



                    nuestro  propio  mundo.  Estamos  por  todas  partes  ante  nuevas  si­


                    tuaciones,  ante  nuevas  formas  de vida, y  nos  sentimos como desli­


                    gados del pasado.  Pero en ningún  terreno es el  corte tan profundo



                    como  en  la  literatura,  donde  la  frontera  entre  las  obras  antiguas,


                    convertidas para nosotros ya en históricas, y las que surgen en lo su­


                    cesivo,  más  o menos actuales todavía hoy, representa la cesura más


                    aguda  que  conocemos  en  toda  la  historia  del  arte.  Solamente  las



                    obras  del  lado  de  acá  de  la  frontera  constituyen  la  literatura  mo­


                    derna,  viva  y  directamente  relacionada  con  nuestros  problemas


                    contemporáneos;  de  las  obras  antiguas  estamos  separados  por  un



                    abismo insalvable; su comprensión exige una actitud especial, un es­


                    fuerzo especial, y su interpretación está siempre expuesta al peligro


                    de la falsa comprensión y de la falsificación.  Leemos las obras de la


                    vieja iiteratura con ojos distintos que las creaciones de nuestro pro­



                    pio tiempo; las disfrutamos de manera meramente estética, esto es,


                    indirecta  y  desinteresadamente,  totalmente  conscientes  de  su  ca­


                    rácter ficticio y de nuestra propia ilusión. Esto presupone unos cri­


                    terios y una capacidad que ei lector medio no posee en modo algu­



                    no;  también  el  lector  interesado  histórica  y  estéticamente  siente


                    una diferencia grande entre las obras que no tienen relación direc­


                    ta con su presente, su sentimiento de la vida y sus propósitos vita­



                     les,  y  aquellas  otras  que  surgen  de  este  mismo  sentimiento  de  la


                    vida, y buscan dar respuesta a la preguna de cómo se puede y cómo


                    se debe vivir en este presente.






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