Page 238 - Hauser
P. 238

Rococó, clasicismo y romanticismo







                   tico.  Deiacroix,  así como, en vez del tradicional viaje a  Roma, eP1
                                                                                                                                                              '


                  prendió  un  viaje  a  Oriente,  así  también  utilizó  como  fuentes,


                  vez de  los  clásicos  de la antigüedad, a ios poetas del  romanticismo


                  primero y ulterior:  Dante y Shakespeare, Byron y Goethe.  Sólo este



                   interés temático le unía a hombres como Ary Scheffer y Louis BoU'


                   langer, Decamps y Deiaroche.  Odiaba el  romanticismo de claro


                   luna  mentiroso  y  a  los  soñadores  incorregibles,  a  Chateaubriand)


                   Lamartine  y  Schubert,  como  él  mismo  caprichosamente  l°s



                   reúne  227.  Él  mismo  no  quiso  en  absoluto  ser  designado  como f°'


                   mántico  y  protestó  contra  el  hecho  de  que  fuera  considerado



                   maestro de  la escuela romántica.  Tampoco sintió,  por  lo demás,


                   más  mínimo  deseo de educar artistas y  nunca abrió un  estudio aC"


                   cesible  a  ia  generalidad;  admitía,  a  lo  sumo,  algunos  ayudanta


                   pero  nunca  discípulos  22fi.  Ya  no  había  en  la pintura francesa  nada



                   que  hubiera  podido corresponder a  la escuela de  David;  el  puesto


                   del  maestro  siguió  sin  ocupar.  Los  propósitos  artísticos  se  hab¡an


                   vuelto  mucho  más personales  y  los criterios  de  calidad  artística se



                   habían hecho demasiado diferenciados como para que hubieran p0'


                   dido surgir escuelas en el antiguo sentido 229.


                             Los  sentimientos  antirrománticos  de  Deiacroix  encontraron


                   también  expresión  en  su  aversión  hacia  la  bohemia.  Rubens  es  su



                   modelo  no  sólo  artístico,  sino  también  humano,  y  él  es  desde  Ru'

                                                                                                                                                              f
                   bens y las grandes personalidades artísticas del Renacimiento el pn '


                   mer pintor, y quizá el único, que conjuga la alta cultura intelectual



                   con el modo de vida de un gran señor 23°. Sus  inclinaciones de gran


                   señor  le  hacen  odiar todo exhibicionismo y  toda ostentación.  Sola"


                   mente conserva uno de los rasgos de la herencia intelectual de la bo­


                   hemia:  el  desprecio del público.  A  los veintiséis años  es  ya un  Pin"



                   tor famoso, pero una generación más  tarde  escribía todavía:  «H y a


                   trente ans  que  je suis  livré  aux  bétes.»  Tenía amigos,  admiradores,


                   protectores  y  se  le  hacían  encargos  oficiales,  pero  nunca  fue  com­


                   prendido ni amado por el público. El reconocimiento que le fue dis­







                                 Ibid.,  14 de  febr.  1850.

                             22a L.  Rosenthal, op.  cit.,  págs,  202  sig.

                             229 Paul Jam or, Deiacroix.  en  Le romantisme en l'art,  1928,  pág.  116.


                             230 Ibid.,  pág.  120.





                                                                                     239
   233   234   235   236   237   238   239   240   241   242   243