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Naturalismo e impresionismo







                rresponde al historicismo y tradicionalismo romántico con que Oc­



                cidente,  medio siglo antes,  reaccionara  frente a  la Revolución.  Los


                eslavófilos  son  los  herederos  intelectuales  indirectos,  y  en  general


                 inconscientes,  de  los  Burke,  De  Bonald,  De  Maistre,  Herder,  Ha-


                mann, Móser y Adam Müller,  lo mismo que los occidentalistas son



                 los discípulos de Voltaire, de los enciclopedistas, del idealismo ale­


                mán y,  luego, por una parte, de  los socialistas Saint-Simón, Fourier


                y Comte, y, por otra, de los materialistas Feuerbach, Büchner, Vogt



                y Moleschott. Los primeros acentúan, frente al cosmopolitismo y el


                 libre  pensamiento ateo de  ios  occidentalistas,  el  valor de  las  tradi­


                ciones  nacionales y  religiosas y proclaman  su fe  mística en el  cam­


                 pesino ruso y su fidelidad a la Iglesia ortodoxa.  Se declaran en opo­



                 sición  al  racionalismo y  positivismo  y  en  pro  de  la  ¿dea  irracional


                 del  crecimiento  histórico  «orgánico», y defienden  a la vieja Rusia,


                con  su  «auténtico cristianismo»  y  su  libertad,  frente al  individua­



                 lismo occidental como el  ideal  y  la salvación de  Europa,  lo  mismo


                que  los  occidentalistas,  por su  parte,  veían  en Europa el  ideal y  la


                 salvación  de Rusia.  La eslavofilia  misma es ciertamente  muy  anti­


                gua,  todavía  más  antigua que  la  resistencia contra  las  reformas  de



                 Pedro el Grande, pero su existencia oficial comienza sólo con la lu­


                 cha  contra  Belinski.  Su  impulso  y  su  programa  los  debe  el  movi­


                 miento sólo a la oposición contra los  «hombres de los años cuaren­



                 ta».  Los  representantes de  esta eslavofilia teóricamente  explicada y


                programáticamente consciente son en un principio principalmente


                 nobles terratenientes que viven todavía dentro de las antiguas con­


                 diciones feudales y revisten su conservadurismo político y social con



                 ia ideología de la «santa Rusia» y de la «misión mesiánica de los es­


                 lavos».  Su culto por las tradiciones  nacionales es en la mayor parte


                 sólo un  medio de combatir  las  ideas  progresistas  de  ios  occidenta­



                 listas, y su entusiasmo rousseauniano y romántico por el campesino


                 ruso,  sólo  la forma  ideológica de  su afán  de aferrarse  a  la situación


                 patriarcal y feudal.


                           Pero  la eslavofilia no se  identifica completamente con el con­



                 servadurismo  y  la  reacción.  Hay  entre  los  eslavófilos  verdaderos


                 amigos  del  pueblo,  lo  mismo  que  entre  los  occidentalistas  hay


                 también  adversarios  de  la  democracia.  Herzen  mismo,  como  se







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