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Hiscoria social de la literatura y el arte








                 de  Marivaux,  Benjamín  Constant  y  Stendhal.  La  psicología  mo­


                 derna  comienza  con  la  exposición  del  desgarramiento  del  alma,


                 verdadera partición en dos que no se puede reducir simplemente a


                 un conflicto íntimo.  Ya Antígona vacila entre deber e inclinación,



                 y los héroes de Corneille no conocen, por decirlo así, otra cosa que


                esta lucha.  En Shakespeare,  la indecisión de los héroes se convierte



                ella misma en  el  tema del  drama.  Los  impedimentos  de  la volun­


                 tad proceden en él no sólo de un  impulso moral, como en Sófocles


                y  en Corneille,  sino también de  los  nervios,  esto es,  de  una región


                 ignorada e indomada del  alma.  Pero  las  inclinaciones psicológicas



                antitéticas se  muestran  cada vez más separadas  entre sí, y el  juicio


                moral  de  los  personajes  sobre  sus  propios  impulsos  es  completa­


                mente  inequívoco  y  consecuente.  Vacilan  a  lo  sumo  entre  senti­



                mientos  e  impulsos  diversos,  pero  nunca vacilan  en  su  identifica­


                ción moral con una u otra parce de sus impulsos. La desintegración


                de  la  personalidad,  en  la  que  avanza  tanto  el  antagonismo  de  los


                sentimientos  que  el  individuo  llega a  no  entenderse  a sí mismo y



                el  hombre  se convierte  en  problema para  sí, comienza sólo al  ini­


                ciarse el  siglo pasado.  Los  fenómenos concomitantes  del  capitalis­


                mo moderno -romanticismo y extrañamiento dei  individuo frente



                a  la  sociedad- son  los primeros  en  crear  el  alma  consciente de  su


                desacuerdo, y con ello, el carácter problemático  moderno. Las con­


                tradicciones psicológicas son en Shakespeare y los  isabelinos gene­


                ralmente sólo  incongruencias;  representan  un estadio  en  la evolu­



                ción,  el  cual  se  halla  antes  de  la  síntesis  del  clasicismo.  En  otras


                palabras, esto quiere decir que los dramaturgos no habían aprendi­


                do  todavía cómo  se dibujan  caracteres  que actúan de  manera uni­



                taria y  consecuente,  y  no conceden ningún valor especial  a la uni­


                dad  de  carácter.  En  los  contradictorios  caracteres  de  la  literatura


               romántica  se  expresa,  por  el  contrario,  una  reacción  consciente  y


               subrayada de modo programático contra el  racionalismo de la psi­



                cología neoclásica.  Se prefieren figuras  violentas y fantásticas por­


               que  el  sentimiento  caótico  es  considerado  como  más  auténtico  y


               primitivo que  la  razón  consecuente  y  metódica.  La expresión  más



                sensible, aunque algo cruda, del alma descompuesta y que ya no se


               puede  reducir  a unidad  racional,  es  1a  idea de  la personalidad do­






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