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Historia social de la literatura y el arte
pitalismo y pasa de un «libre juego de fuerzas» a un sistema rígi
damente organizado y racionalizado, a una tupida red de esferas de
intereses, campos de acción, áreas de monopolio, comisiones, de
pósitos y sindicatos. Y tan fácilmente como podían ser considera
das esta estandarización y concentración de la vida económica como
un signo de madurez19é, podían también ser reconocidos por todas
pactes en la sociedad burguesa los signos de inseguridad y los pre
sagios de disolución. Es cierto que la Commune termina para los re
beldes con una derrota más completa que ninguna de las revolu
ciones anteriores, pero es la primera que fue sostenida por un
movimiento obrero internacional y seguida por una victoria para la
burguesía asociada con un sentimiento de peligro grave 197. Este
ambiente de crisis lleva a una renovación de las tendencias idealis
tas y místicas y origina, como reacción contra el pesimismo impe
rante, una fuerte corriente de fe. Y es sólo en el curso de esta evo
lución cuando el impresionismo pierde su conexión con el
naturalismo y se convierte en una nueva forma de romanticismo,
sobre todo en literatura.
Los enormes adelantos técnicos que tienen lugar no deben in
ducirnos a desdeñar el sentimiento de crisis que estaba en el aire.
Más bien debe ser vista la crisis misma como un incentivo para
nuevas conquistas técnicas y experimentos de métodos de produc
ción 198. Ciertos signos de la atmósfera de crisis se dejan sentir en
todas las manifestaciones de la actividad técnica. Sobre todo, la ve
locidad furiosa del desarrollo y lo forzado de los cambios es lo que
parece patológico, particularmente si se lo compara con el ritmo
del progreso en épocas anteriores de la historia del arte y la cultu
ra. Pues el rápido desarrollo de la técnica no sólo acelera el cambio
de las modas, sino también las variaciones en los criterios del gus
to estético; a menudo trae consigo una manía de innovación estéril
y sin sentido, una lucha sin descanso por lo nuevo, por el simple
gusto de la novedad. Los industriales se ven obligados a intensifi
car artificialmente ía demanda de productos siempre mejores, y no
196 W erner Som bart, Der modeme Kapitalismus, III, I, 1927, págs. X II sig.
197 Paul Louis, op. cit., págs. 242, 216 sig.
193 Cf. Henry Ford, M y Ufe and Work, 1922, pág. 155.