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1                                                          Naturalismo  e  impresionismo













                      mente  turbado  ante  tal  ignorancia  y  le enseñó con  mucha pena y


                      fatiga el Padrenuestro.  El viejo dio  las gracias y dejó con  los otros


                      pescadores  la  isla.  Después  de  algún  tiempo,  cuando  la  barca  ya



                      había desaparecido a lo lejos, vio el santo de repente una figura hu­


                      mana  en  el  horizonte,  que,  marchando  por  encima  del  agua,  se


                      aproximaba a  la  isla.  Pronto  reconoció al  viejo,  su  discípulo,  y  le



                      salió al encuentro, cuando éste pisó el  suelo de  la isla, sin palabras


                      y  emocionado.  Tartamudeando,  el  viejo  le dio  a entender que  ha­


                      bía olvidado  la oración.  «Tú no  necesitas  rezar»  -respondió el  er­


                      mitaño—y  despidió  al  viejo,  que,  vacilando  por encima del  agua,



                      corrió tras la barca de los pescadores. El sentido de esta historia está


                      en  la  idea de  una certeza  de  salvación  no  ligada a  ningún  criterio


                      moral.  En  otra  historia  de  su  última  época,  Padre Sergio,  describe



                      Tolstói  el  mismo  tema  desde  el  lado  opuesto;  la gracia que  a uno


                      se le concede sin fatiga y aparentemente sin merecimiento le es ne­


                      gada a otro, a pesar de todos los martirios y penas, a pesar del más


                      sobrehumano  sacrificio  y  del  más  heroico  vencimiento  de  sí mis­



                      mo.  Esta concepción de la gracia, que pone al ser elegido por enci­


                      ma de los  méritos e identifica la predestinación con el  nacimiento


                      y  la suerte, está evidentemente más en  relación con el aristocratis-



                      mo de Tolstói que con su cristianismo.


                                 El  optimismo  del  aristócrata  sano y seguro  de  sí,  que predo­


                      mina en absoluto todavía en Guerra y paz y hace de esta novela una


                      apoteosis  de  la  vida  animal,  vegetativa,  orgánicamente  creadora,



                      un gran  idilio,  una  «epopeya ingenua»,  en cuya más alta cumbre,


                      como Merezchkovski observa con mucho  ingenio, el poeta planta,


                      «como la bandera que guíe a la humanidad», los pañales de los ni­



                      ños de N atasha187,  este optimismo panteísta se  nubla ciertamente


                      en Ana Karenina y se aproxima al pesimismo de  la  literatura occi­


                      dental,  pero  el  desencanto  por  el  convencionalismo  y  la  falta  de


                      alma de la cultura moderna tiene aquí un carácter completamente



                      diverso que en Flaubert o Maupassant.  El triunfo de la vida autén­


                      tica sobre el  romanticismo de los sentimientos estaba ya mezclado


                      en  Guerra  y paz  con  algo  de  melancolía,  y  Tolstói  ya  antes,  por







                                187  D.  S. Merezchkovski, op.  c i t pág.  213.






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